Siempre habrá más paja que trigo [Fragmentos]
Luego de escribir también me llamó la atención ese pequeño apéndice sobre la letra e. Pienso en la muchacha rubia como una palabra que se ofrece dulcemente a la sílaba, abriéndose al pequeño apéndice mientras ensaya, gustosa, algunas vocales. El apéndice queda, no obstante, suspendido en el aire, sin contacto gráfico. Pero hay un lugar indicado donde la palabra dada muestra excitación, donde el contacto se siente. La muchacha rubia favorece cierta pronunciación al andar tanto en la calle como en éstas líneas. Andará en uno u otro sentido mientras siga entonándose lejos de la definición. Supongo que la rubia no vive lejos de mi casa. Una vez vino a sentarse muy cerca de donde yo estaba leyendo La cartuja de Parma, en una plaza. Ella hablaba animosamente a su amiga y yo trataba a mi vez de imaginar un diálogo entre nosotros. No conseguí nada. Pero cuando se levantaron ella me miró. Pensé: ésta noche estarás conmigo en el reino de Onán. Tendremos una breve y humilde recreación literaria prologando el momento del éxtasis. Luego serás podredumbre soñando con la edición y vas a descomponerte hasta que tu ser en carne y hueso desfile otra vez junto a mí y todo vuelva a empezar. Así es la cultura, no hay nada pero puedo deshacerte en halagos. Si pudiera, la próxima vez, te besaría y te gritaría en la calle que ya no tengo nada que decirte. Estaríamos entonces sólo frente al espectáculo de tu belleza. Lejos de la literatura pero al fin, gracias a ella, solos frente a una amorosa, textual amenaza.