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La princesa del viento

Toda mi vida había transcurrido en ese tren, que ahora se escondía entre las ciudades nevadas. En ese tren, El tiempo se detuvo para admirarme, y unas cuantas horas se transformaron en días, meses, años. Dos personas desafiaron las leyes del ser humano, y transformaron el camino de la felicidad, en un estado permanente, desafiando a Dios, al viento, a lo eterno.

Ahora mi vida se basa en su recuerdo. Porque las cosas no tienen sentido si no son perfectas, porque con ella conseguí la vida eterna y el viento me la robó por envidia, para que mi vida fuera tan efímera como la de cualquier mortal, y reservarse para el la eternidad.

Solo me queda aceptarlo, me siento todos los días en un parque cerca de la estación, esperando una pequeña caricia de aire para poder responderle: “Los recuerdos mueren en el alma, y mi alma muere en tu ausencia.”

 

Epílogo

Te he encontrado, sentada en el césped apoyada en un árbol, leyendo un libro carcomido por el tiempo, o quizás por su nostalgia; notas que te estoy mirando, seguramente ya no te acordarás de ese tren, ha llovido mucho.
Te das cuenta de que te observo, me sonríes por cortesía y continúas con tu lectura encerrada en tu pensamiento, disimulando quizás que mi cara te haya resultado familiar. El libro, al igual que yo, te poseerá en un sueño que tú transformarás en realidad, donde morirás nuevamente dichosa. Una nebulosa brisa otoñal camina desde tu árbol hacia mí. Continúo andando y te dejo atrás pensativa. Mis labios no se atreven a expresar lo que mi corazón les pide.
-Nunca olvidaré el camino, que nunca recorrimos juntos.-

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