La esperanza moribunda
Espérame habitando la quietud
de los atardeceres por sus balcones
en llamas, incinerado de incertidumbre.
En la sal ensangrentada de un mar
ultrajado por rencorosos huracanes,
enfurecido a base de sueños marginados
y de promesas infieles que rezuman
ácidos cristalinos por tus ojos.
Ensartado por el sol en las púas de
una acacia venenosa, recluida en el
olvido humeante de la sabana.
Estaré aguardándote crucificado
en las cuevas que resurgen del
pasado, como breves infiernos de
dudas y desencantos que creíste
sepultadas de ilusiones.
En todo esto me hallarás cuando tu
respiración te invada de amenazas,
cuando los versos sólo parezcan
antagonistas utopías que
quebrantan insolentes tu ánimo
de mantis onanista e iracunda.
Suicidándome ante ti intentaré
que mi debilidad te disuada del vacío
con que tu mirada me ejecuta, ahora,
mientras callas, como si nunca
hubiésemos engendrado caricias.