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Diálogo de un esquizofrénico. Autoentrevista.

Los sistemas de fomento a la creación artística han cumplido siempre una labor importantísima en México. Dentro de la literatura, los escritores se han impulsado gracias al sistema de becas tanto para ganar reconocimiento como para sustentarse. La oficialidad y el gobierno son de los mejores aliados para todo aquél que pretenda un corpus artístico de renombre, y, a veces, hay que admitirlo, no pasar hambre. Recordemos en este marco a Juan Rulfo con “Pedro Páramo”, y a Daniel Sada con “Porque parece mentira la verdad nunca se sabe”. Sin embargo, también existe la posibilidad alterna: la automarginación, descentralización, autoexclusión del sistema, cosa que automáticamente, casi siempre, convierte al autor en alternativo. Presentando esta polaridad, entrevistamos a un autor tijuanense hasta ahora alternativo, a la vez que sustentado por el gobierno: Rafael Zamudio.

1)    De ser un escritor independiente y descomprometido editorialmente a ser parte de un sistema oficial con tiempos reglamentarios de trabajo, es decir, comprometido a entregar cierta cantidad de páginas cada cierto tiempo, ¿cómo ha cambiado tu organización personal como escritor?

RZ. Realmente ha cambiado muy poco. Antes de ganarme el FOECA lo único diferente es que escribía lo que quisiera escribir cuando quisiera hacerlo. De pronto se me antojaba escribir ensayos solamente por un mes, y así lo hacía; luego escribir cuentos por cinco meses; luego aforismos; luego poemas; luego minificciones; no importaba qué quisiera hacer. Ahora, lo único distinto en mi método es que escribo una novela constantemente, mientras sigo escribiendo todo lo demás que me plazca cuando lo desee. No me siento comprometido, en cuestión de no poder hacer más cosas, porque de todos modos quería escribir la novela y me faltaba un incentivo de este tipo para tomarla como actividad diaria y, de cierta manera, obligatoria.

2)    Con respecto a ser alternativo, a escribir desde fuera del centro, la periferia, los márgenes, ¿qué sucede cuando entras a formar parte de un sistema apoyado por el gobierno, como el P.E.C.D.A. (Proyecto de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artísticos); se pierde esa alternatividad al volverte oficial como escritor?

RZ. No necesariamente. Creo que es una malconcepción generalizada que ser alimentado por el gobierno te vuelve parte activa del sistema. Para empezar, no importa desde qué perspectiva se escriba, ya sea central, periférica, marginal, etcétera, siempre se está dentro del sistema, del establishment. Si estamos fuera de este sistema, significa que estamos dentro de otro, sólo es cuestión de perspectiva. Una otredad no es otredad cuando se está dentro de ella, y siempre hay una otredad frente a nosotros pues no podemos estar dentro de todas. Lo que vuelve alternativo un estilo de escritura no es si el escritor está o no becado, o si tiene un contrato editorial o es independiente, o si tiene tal o cual ideología o tal o cual percepción de tal o cual aspecto de la vida. Lo que vuelve alternativa a una obra, a un estilo, a un autor, en cualquier arte, es, como la misma palabra lo indica, que sea diferente en sustancia a lo general, que sea “raro”, lo que no implica una excentricidad forzosa, sino tener características muy particulares que lo acerquen más a la polaridad de “diferente”.

3)    En tu experencia, ¿qué posibilidades abre la independencia total como escritor frente a la oficialidad?

RZ. Pueden ser muchas, pocas o ninguna. En mi caso sólo soy oficial en cuanto a que recibo un apoyo mensual del Estado por escribir una obra literaria. Como la naturaleza de este apoyo no compromete mi creatividad en lo mínimo, pues yo mismo establecí el proyecto desde el principio y tengo total libertad para publicar mi obra cuando esté terminada, como yo guste en forma y fondo, no hay una sola diferencia; al contrario. Sin embargo, tener un contrato de este tipo implica tener un tiempo límite, cosa que presiona hasta cierto punto los tiempos de relajación necesarios para llevar a cabo cualquier actividad. Por otro lado, la independencia “absoluta” tiene la virtud, platónica, de expander al autor sin una sola intervención en su obra y fuera de ella, o sin ella si así lo desea.

4)    ¿Qué beneficios encuentras en ser becario con un proyecto que tú mismo estructuraste y propusiste y desarrollas con este apoyo?

RZ. Aquí sí, lo admito, yo encuentro muchos. Naturalmente, y el que puede tener más peso, es el dinero. Al menos en mi caso el reconocimiento oficial me tiene sin cuidado, y el reconocimiento dentro de los círculos literarios también me tiene sin cuidado. Lo que me importa es que alguien lea mi obra, porque escribo para transmitir un mensaje, para entablar un diálogo, y el diálogo que me interesa no tiene un receptor fijo sino muchos. De hecho ni siquiera me interesa saber quién me lee, fuera de mis amigos, con quienes no tengo que tener una beca ni haber ganado un concurso ni ser reconocido para que eso pase. Sólo me gusta saber que alguien me lee. Por eso el mayor beneficio es pagar mis lecturas, mi comida, mis excesos, y nada más.

5)    Se dice que para ganar concursos, becas, ser reconocido, debes escribir con cierto estilo, el correspondiente de moda, o que debes formar parte de los círculos literarios. ¿Qué tan cierto es, desde tu perspectiva?

RZ. Es cierto, a la vez que no. Al menos para ganar concursos y becas no es forzoso, pero lamentablemente ayuda mucho. En cuestión a los estilos sí hay una tendencia actual, y la hay en todas las épocas. Siempre han habido escuelas literarias y estilos en común, pero nunca han sido, realmente, impedimentos para quien quiera explorar. Al menos yo nunca me he apegado a escribir como los demás, y conozco a mucha gente que tampoco lo hace y le da un ritmo muy personal a su estilo. Rafa Saavedra, por ejemplo, dijo una vez que nadie escribe como él, y nunca ha conocido a alguien que escriba como él, ni cree que lo vaya a hacer, así como ha conocido a muchos que escriben como nadie y nadie que escribe como otros. Y es cierto. Formar parte de los círculos, por su lado, puede ser de ayuda para conseguir apoyos, recomendaciones, incluso reconocimiento oficial, pero eso no da talento ni mejora el que ya se tiene. No sirve más que para relacionarse. Lo que yo preguntaría es si importa ser reconocido oficialmente, o si importa, incluso, ser parte de una escuela estilística. Lo que importa, desde mi perspectiva, es disfrutar escribiendo y que la crítica haga su trabajo como deba hacerlo.

6)    ¿Crees que haya escritores que valgan la pena que no sean conocidos por estar fuera del gremio?

RZ. Tanto como que hay escritores que no son conocidos porque no les gusta ser leídos y sólo escriben para ellos mismos. No creo que tenga importancia, lo que importa es, lo repito, disfrutar y que haya un lector. Aún cuando alguien no deja a sus textos nacer existe un lector, aunque sea él mismo.

7)    Entrando en el estilo, ¿en qué se basa el tuyo?

RZ. No tengo una línea estrecha, porque siempre me ha gustado explorar géneros y acercamientos. Pero, en este momento, principalmente en la parodia exagerada de los valores contemporáneos y el sobreuso de recursos literarios. En otras palabras, mi estilo actual es barroco. Tiene que ver con la época: se habla mucho de la muerte del arte en estos días, de la muerte de la literatura, de la muerte de todo, y es precisamente porque nos corresponde el segundo de las cumbres estilísticas en el péndulo artístico. La primera cumbre es la que sigue las tradiciones del clasicismo, en donde se aboga por la concretez, la verosimilitud. En la primera cumbre se busca que todo sea comprensible, y se alaba constantemente. La segunda cumbre es la que sigue las tradiciones del barroco, en donde se aboga por la complejidad, la exageración. En la segunda cumbre se busca que todo sea confuso, y se oscurece constantemente. Ahora estamos en el inicio de nuestro momento barroco, en el que todo ha caído tanto que no vemos más que el abismo y la penumbra. Desde aquí se escribe con la parodia formal, la explotación excesiva de recursos, la complejidad, porque quienes viven las eras barrocas viven en momentos de saturación. Después se asimila y el resultado es la vuelta al centro del péndulo, al equilibrio de la comprensión y la belleza estética. Ahora nos toca esta fase barroca y la ironía, la crítica y el cinismo son los mejores aliados. A mi parecer, esto conlleva una responsabilidad en cuestiones al fondo y no tanto a la forma, porque la forma, en las fases barrocas, está más que perfeccionada y adherida casi innatamente a todo texto. Lo que debemos comprender es que no importa cuánta maestría se tenga para el uso de recursos estilísticos, para la creatividad literaria, si se pierde la carga emocional, humana, del texto. Es imprescindible que en un momento de saturación como este un texto no pierda sus características viscerales y conjugue tanto las características formales como las emocionales.

8)    ¿Crees que tu generación va a ser la que entre completamente en este barroquismo y lo explote, o serán ustedes más bien como los manieristas prebarrocos y las generaciones venideras las que lo registren de lleno?

RZ. Más bien creo que ya estamos de lleno, y tenemos algunos años aquí. Realmente un momento, un movimiento, no tiene tiempo fijo de duración. Puede durar un año, o más de un siglo. A nosotros nos toca entrar por completo en el cambio, pero serán las próximas generaciones los que lo hayan asimilado y dominen como tal. Será una condición natural de ellos el sistema estilístico que nosotros hayamos creado, así como para nosotros es naturalísimo el minimalismo estético.

9)    ¿Cómo ligas esta etapa de saturación con los medios nuevos de publicación?

RZ. Se encuentran íntimamente relacionadas la muerte venidera de los cuantiosos tirajes en papel (por la misma escasez de éste), con esta época barroca. Las publicaciones virtuales, en e-book, no son realmente tan creativas, aún, en cuanto a forma, pues los documentos siguen teniendo la forma convencional de hojas de papel. Sin embargo, la hipervinculación, tan propia de la Generación W (de Wikipedia), es posible sólo en formato digital, en cuanto a eficacia. También, otros formatos de libro en otros tipos de material, impresos, son posibles ahora. Libros en plástico transparente, en donde una página puede ser independiente o se puede sobreponer a otra para crear diferentes alternativas de lectura, diferentes textos. Pienso en “Blanco” de Octavio Paz, por ejemplo. Las posibilidades son casi infinitas. Es en esta etapa en la que las ideas vienen en bombardeo y al mismo modo hipertextual. La creatividad editorial está en su punto de ebullición en cuanto a este tipo de publicaciones, y todas tienen mucho que ver con la alternatividad. Y es que desde Gutenberg para acá no hemos sido muy creativos con el formato del libro, y ya se sienten las necesidades del cambio gracias a la era digital y a los formatos revolucionarios de la tecnología. Hemos estado muy apegados a la línea productiva hegemónica, hasta ahora, pero creo que estamos a punto de cambiarlo. Afortunadamente, la alternatividad literaria siempre ha sabido explotar este tipo de cosas, y es desde esos márgenes, que son parte misma del sistema, desde donde debemos trabajar para aprovechar las posibilidades. Olvidemos los reconocimientos, los premios, ser reseñados por Evodio Escalante. Olvidemos quién nos lee. Mejor concentrémonos en explorar, en escribir. Lo importante no es el nombre; lo importante es la acción, es la evocación chamánica del lenguaje, es la explotación de los recursos a disposición para impactar las emociones humanas, es, finalmente, la posibilidad de que en este universo estático se puede hacer la diferencia.

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