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Despierta… estás muriendo

Despierta… estás muriendo.
…Alguien me habló todos
Los días de mi vida al oído,
Despacio, lentamente.
Me dijo: ¡Vive, vive, vive!
Era la muerte.

Jaime Sabines.

– Pssst… ¿has leído a Sabines? – me dijo.
Levanté la vista, la vi y luego encendí un cigarrillo.
– No – respondí.
– Deberías… – advirtió, mientras ella también encendía el suyo.

Cabe decir que no esperaba el golpe, y es que para eso incluso sirve la poesía; pero ¿para qué no sirve la poesía?… Sabines: un viaje oscuro al centro de las emociones. Me martillan en la cabeza los primeros versos cuando todavía no salía de disfrutar mis tardes Bukowskianas. Jaime Sabines me lo dijo: No quiero paz, no hay paz… quiero mi corazón desnudo para tirarlo a la calle. De haber sido así espero que alguien lo haya recogido y guardado en formol, para una buena reliquia. Sus poemas son toscos y abruptos: el golpe que causa esa musicalidad inyectada cuando habla de la muerte y el amor son dos guantes pesados acariciando con violencia: el exterminio asiste a los amantes, dice él, y tiene razón.
Cometería, digámoslo, cierto pecado al no decir que la genialidad rebasa las expectativas cuando en realidad las palabras son tan simples convirtiéndose en mero exterminio del pensamiento, es decir: darle vuelta a la tortilla de las expectativas. Para los prejuiciosos no es recomendable lo que el autor nos quiere decir, porque también la poesía corta, complementando lo que el amor a diestra nos hace felizmente unos desgraciados: Hay un modo de que me hagas completamente feliz, amor mío: muérete.
Sus poemas son merecedores de estudio de tesis. Ya quisiera estudiar letras para poder hacerla, pero no; podría hacer un ensayo pero no, a veces incluso no es necesario hacer todo eso, ¿por qué?… simplemente porque las palabras de Sabines hablan por si solas, no requieren una presentación previa para sentir ser tocado. Cuando se entra por completo al mundo Sabineano no hay marcha atrás, es mejor quedarse porque de lo contrario no hay escapatoria, sus letras te persiguen, están pues ahí recordándote cuán importante puede ser el asunto, del amor: Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte… o de la muerte: Enterradla, hay muchos hombres quietos, bajo tierra, que han de cuidarla. No la dejéis aquí, enterradla.
Todo lo que haya dejado Sabines es un legado, muchas veces como a cualquiera le sucede el olvido puede dejarlo enfrente de otra puerta, cosa que se debe evitar, es lo más triste que puede suceder: evitar el legado de un escritor, la mejor forma de tranquilizar su memoria es distribuir sus palabras, tirar los libros al aire para que éste las lleve por todos lados. Creo que comienzo a delirar…, pero como dice Jaime: No sé, a estas alturas, cómo decir las cosas que suceden.

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