Pechuga entera, por favor (Una divagación sobre las tetas)
Los aztecas modernos dicen “chiches” o “chichis”, los que sienten muy acá “bubis”, los antojadizos “chicharrones”, los fiesteros “maracas”, los que tienen un pequeño psicoanalista dentro de sí “pechonalidad”, los que se quedaron con ganas de abrir una pollería “pechuga”, las señoras “busto”, los sentimentales “pechos”, los médicos “mamas”, “ubres” los ganaderos y los románticos “senos”. Pero la única palabra precisa para designar a esa perturbadora repetición femenina es esta magnífica cacofonía: tetas.
“Chiche” o “chichi” viene del diminutivo de la voz náhuatl chichihualli, que significa “teta”. El chicharrón es el residuo de las pellas del cerdo después de derretida la manteca. Pero hay ocasiones en que se dice “chicharrón” en lugar de “chiche”: “Mire, compadre, qué chicharrones (o chicharronzotes) tiene la Lupita”. “Bubi” es un integrante de la población indígena de la isla de Malajo, antes Fernando Poo, perteneciente a Guinea Ecuatorial. En cambio, “bubis” es un término anglosajón para designar a las tetas: “¿Te gustan mis bubis, Godofredo?”. Las maracas son un instrumento musical originario de América. Su uso se ha extendido por todo el mundo. Las tetas se asemejan a las maracas. Esto se demuestra cuando baila o/y brinca una joven de mucha “pechonalidad”. “Pechonalidad” se atribuye a las “chichotas” (tetas voluminosas”) o a las “chichonas” (mujeres de tetas voluminosas). En los caballeros enseñar la “pechuga” es andar desnudos hasta la cintura; en las damas, la “pechuga” son las “chiches” o “chichis”. Lo de “busto” suena a escultura: “Busto de don Gaspar Crispín, fundador de Pueblo Quieto”. “Senos” está menos mal, pero no es correcto usar palabras de género masculino para referirse a lo que es típicamente femenino. Fuera de que “seno” parece demasiado eufemista y además tiene el mismo problema de “pecho”: suena mal en plural. “Le lamí el seno”, pasa, pero “le lamí los senos” no suena bien, así como no suena bien (suena fatal) “le lamí los pechos”. Eso sin contar con que “seno” evoca algo cóncavo, hueco, y lo que tiene de fascinante esa parte de la mujer es que suele ser claramente convexa, llena, casi henchida. Qué curioso: el hombre tiene “pecho”, pero sólo la mujer tiene “pechos”. La palabra proviene del latín pectus, y en sentido general el pecho abarca desde el cuello hasta el vientre. Aunque el pecho es llamativo y hasta acogedor, porque encierra al corazón (sede simbólica de las emociones), no es voz particularmente exacta cuando se emplea para referirnos a una de las más bellas protuberancias de las bellas. Pero cuando alguien habla de una teta, o de unas tetas, en plural, casi siempre nuestra imaginación moldea a una hembra humana.
Sí, “tetas” es mejor, y no sólo por lo del género femenino. La te repetida parece aludir a su diseño doble y al sonido que hacen los lactantes al chupar. Es una de esas palabras que crean los niños espontáneamente y después los adultos (por mucho que soñemos con ellas, o por eso mismo) nos avergonzamos de repetir en público, y sobre todo por escrito. Pero es una de esas palabras que parecen confundirse con el objeto, en una correspondencia exacta y no arbitraria. Por algo será que sonidos muy parecidos, según dice uno de mis diccionarios, existen en todas las lenguas romances para designar lo mismo, y también en griego, en céltico y en ciertas lenguas germánicas: se trata de creaciones paralelas en todos estos idiomas sin nexo etimológico, pero paralelas, como si hubiera algo innato en el cerebro que nos hace apodar “tetas” a las tetas.
Para los infantes, las tetas importan mucho porque para ellos son algo que tiene que ver con la supervivencia, con la leche. Por eso a los mamones se les llama lactantes. Pero algo tan elemental carece de interés. Lo curioso es que para los adultos nos sigan representando para toda la vida un foco irresistible de atracción.
Nadie puede negar que cuando uno mira a los ojos a alguien, lo hace por indagar el temperamento, el humor, el semblante, lo que piensa esa persona. En los ojos buscamos la verdad y la mentira. Todo el mundo cree, con razón o no, que en la mirada se esconde y se revela algo muy importante del alma del otro. Pues bien, las tetas ofrecen una segunda mirada: son otros dos ojos en los que descubrimos algo que las mujeres no nos dicen con palabas. La areola es el ojo y el pezón la pupila (que se relaja al dilatarse y se endurece —como la mirada— al contraerse). A eso se debe que indaguemos tanto en ese sitio. Cuando están vestidas adivinando las pupilas. Cuando están desnudas comprobando la verdad que en esa segunda mirada se manifiesta.
Un par de tetas tiran más que dos carretas. Y en este refrán popular caben las tetas de perra, las tetas de piedra, las tetas de metal, las tetas de algodón, las tetas de azúcar, las tetas de sal, las tetas de chicle, las tetas de silicona, las tetas que mano no cubren, las tetas que cubren mano, las tetas almohada, las tetas nido, las tetas teiboleras, las tetas miedosas, las tetas masoquistas, las tetas interesantes, las tetas liliputienses, las tetas discretas, las tetas monstruosas, las tetas altivas, las tetas rosáceas, las tetas blancas, las tetas negras, las tetas morenas, las tetas juntas, las tetas separadas, las tetas esféricas, las tetas cónicas, las tetas informes, las tetas pornográficas, las tetas eróticas, las tetas vírgenes, las tetas exploradas, las tetas infantiles, las tetas maduras, las tetas friolentas, las tetas sudorosas, las tetas pecosas, las tetas excitadas, las tetas vibrantes, las tetas amamantadoras, las tetas de la Venus de Willendorf, las tetas de Afrodita, las tetas de María Magdalena, las tetas de Penélope, las tetas de Isolda, las tetas de Dulcinea, las tetas de Julieta, las tetas de la personificación de la Revolución Francesa, las tetas de Luisa Lane, las tetas de la Mujer Maravilla, las tetas de Gatúbela, las tetas de Mary Jane, las tetas de Clara Bow, las tetas de Bettie Page, las tetas de Brigitte Bardot, las tetas de Marilyn Monroe, las tetas de Sophia Loren, las tetas de Tongolele, las tetas de Ninón Sevilla, las tetas de María Félix, las tetas de Janis Joplin, las tetas de Silvia Kristel, las tetas de Linda Lovelace, las tetas de Xaviera Hollander, las tetas de Madonna, las tetas de Sharon Stone, las tetas de Savannah, las tetas de Pamela Anderson, las tetas de Jenna Jameson, las tetas de Monica Bellucci, las tetas de Angelina Jolie, las tetas de Lorena Herrera, las tetas de Paris Hilton, las tetas de Britney Spears, las tetas de Maja Latinovic, las tetas de la WWE, las tetas de Lara Croft, las tetas de tu abuelita, las tetas de tu mamá, las tetas de tu hermana, las tetas de tu prima, las tetas de tu tía, las tetas de tu vecina, las tetas de tu amiga, las tetas de tu amante, las tetas de tu novia, las tetas de tu esposa, las tetas de tu hija, las tetas que probablemente tú, que lees este debraye, cada día aprisionas en un sostén. Tetas de mujer, tienen mucho poder. Y una mujer, toda mujer, es tan reconocible por sus tetas como por su cara.
El clítoris, con sus más de 8000 terminaciones nerviosas concentradas en un territorio diminuto y anatómicamente estratégico, ha ejercido una dictadura casi absoluta sobre los orgasmos femeninos. Sin embargo, rodeados por un área de piel hipersensible y de una pigmentación más oscura conocida como areola, los pezones son, sin duda, otro botón para activar a la pequeña muerte. Al recibir un estímulo táctil, los pezones, así como los genitales, envían una señal a través de sus fibras nerviosas hasta el cerebro para que el cuerpo libere oxitocina, hormona que vertida en el torrente sanguíneo provoca efectos como tensión y contracciones musculares. De ahí la erección de los pezones, que están rodeados de diminutas fibras de músculo.
Por otra parte, la oxitocina no sólo se relaciona con patrones sexuales, sino también con la lactancia. Es conocida por algunos como “la hormona de la monogamia” o la “molécula de la confianza”, por el rol que juega en el orgasmo, el parto, la lactancia y el enamoramiento. Que los pezones desaten un efecto de placer similar o igual al que se acciona desde los genitales, para ciertos evolucionistas radica en que así se asegura la atención de la madre sobre el hijo y el amamantamiento se convierte en una actividad generosamente gratificada. La mayoría de las bellas sienten que su útero se contrae placenteramente mientras amamantan o cuando el hombre les succiona las tetas. La mirada de una mujer mientras amamanta a su bebé puede llegar a ser libidinosa.
Las tetas son un festín de terminaciones nerviosas que las convierten en un verdadero punto débil para sus dueñas. Así como en el Tui-te, un arte marcial llevado a Okinawa, Japón, desde China cerca del siglo XVII, el secreto para estimular las tetas radica en “el arte de derrotar a un tigre con la fuerza de una mosca”. El placer de acariciar tetas no se encuentra únicamente en el tacto sino, sobre todo, en el efecto que provoca en la fémina acariciada. El suspiro, el gemido, la mirada que se enturbia, el músculo que cede. No es la pura sensación táctil, sino la sensación de triunfo, de dominio, que produce en el acariciador.
Una práctica sexual muy común, que, por cierto, no conlleva riesgo de embarazos indeseados ni de venéreas, consiste en agarrar un par de tetas desnudas y apretarlas una contra otra, dejando un espacio en medio donde se pueda encajar un pene erecto. Para un caballero, las ventajas de esto son innegables, pues meter y sacar durante un rato el pene de entre las tetas de alguna dama causa que, con intensidad, casi con dolor, surja por la boca del glande el grito blanco y viscoso de la vida. A la vez, permite aprovechar la proximidad del glande y de la lengua femenina. Bueno, aquí lo importante es que el vaivén del pene irá aumentando el placer de la dama poco a poco, y si el caballero sabe moverse, sabe cómo manejar el sable, dando mandobles certeros, floreados, entre las tetas en celo, el goce de ella subirá sin parar, cada vez más rápido, cada vez más alto, cada vez más fuerte, hasta que un orgasmo de película le explote en la juntura de las piernas.
Las bellas que tienen tetas muy pequeñas, o que carecen de ellas, sufren “hipoplasia”, mientras que las que están en el caso contrario sufren “hiperplasia”. Algunas veces la hiperplasia puede manifestarse con tamaños superiores a los 2 m de contorno. Determinar que resulta pequeño o grande es, sin duda, materia opinable, pero se ha comprobado que las damas que tienen tetas excesivamente voluminosas suelen padecer dolores de espalda, de hombros y de cuello, motivos por los que a menudo solicitan una reducción quirúrgica. En ocasiones, las propias tetas son dolorosas.
Otras anormalidades de las tetas no están relacionadas con el tamaño. Es el caso de las tetas “tubulosas”, que tienen forma cilíndrica debido a la estrechez de su base.
La “ginecomastia” es una condición patológica del pecho masculino, en la que el desequilibrio hormonal provoca el crecimiento de las glándulas mamarias en el varón e incluso la producción de leche. En la mayor parte de los casos, el problema se debe a un exceso natural de estrógenos, pero también puede ser el resultado de algún tratamiento farmacológico a base de hormonas.
La distribución de la grasa en el cuerpo femenino es un rasgo importante del dimorfismo sexual, es decir, una de las cosas que nos enseñan a distinguir a un hombre de una mujer. En las damas, una gran proporción del peso corporal se debe a la grasa depositada en lugares prominentes, como las tetas y las nalgas. Por el contrario, la mayor parte del peso corporal de los caballeros se concentra en la masa muscular de los brazos, los hombros y el tórax.
“Por lo general, a los que les gustan las tetas grandes son hombres que buscan mujeres que los consientan y los nutran”, afirma la sexóloga y terapeuta Rinna Riesenfeld. Puede ser, aunque también hay que considerar que las tetas grandes resultan atractivas porque indican fertilidad. Al no existir una señal evidente de fertilidad en las damas, los caballeros son forzados indirectamente a buscarla por medio de las protuberancias del cuerpo femenino. Las niñas no pueden tener su menarquía (primera menstruación) si previamente no han acumulado una cierta cantidad de grasa en sus protuberancias. Lo normal es que la grasa represente el 17% del peso corporal. Sin embargo, el porcentaje ideal para un buen embarazo es de 22-28 %.
No todo merece razonarse y pensarse. Hay partes de la vida en las que sólo valen las sensaciones. Y el instinto, lo que aprendimos antes, cuando todavía no éramos humanos y vivíamos colgados de los árboles, quizá es la causa principal de que hoy tantos caballeros opinen de las tetas “cuanto más grandes, mejor”. Como dato cultural, las tetas grandes no producen más leche que las tetas pequeñas. Ejemplo de ello es la hembra del chimpancé, cuyas mamas son extremadamente planas y no tiene ningún problema con la lactancia.
Algunos investigadores sostienen que las tetas de la mujer cobraron más relevancia que las nalgas al pasar el ser humano a la posición erecta, lo que también justificaría el fenómeno de que algunas damas adoptaran procedimientos extremos para aumentar las dimensiones de su delantera. Las abisinias se dejaban picar las tetas por abejas, lo que incrementaba tres o cuatro veces su tamaño. En otras partes de África la moda fueron las tetas pendulares; las mujeres de la tribu nadi las achataban artificialmente colgando leños de ellas, y las bagadi, de África Central, empleaban pesos para alargarlas.
Traer aros en los pezones era popular en la Europa victoriana. La moda nació en París y seguramente se importó de las posesiones francesas del norte de África, donde esta práctica era una costumbre local. Aparte de su aspecto decorativo, estos aros se usaban con la idea de incrementar el volumen de las tetas y mejorar su forma.
Las mujeres modernas recurren a implantes si desean aumentar sus medidas. Thomas Cronin y Frank Gerow fueron los primeros cirujanos que obtuvieron éxito realizando un implante de silicona en una mujer, en 1960; hacia 1973 se habían llevado a cabo más de 5.000 operaciones.
Dos de las culturas que más rinden culto a las tetas grandes son la estadounidense y la japonesa, en las cuales se idealizan estas proporciones por medio de cómics (en la primera) y hentai (en la segunda). Pero no todas las culturas han sentido predilección por las pechugonas. Los chinos, de manera tradicional, siempre han preferido las tetas pequeñas. De hecho, en un esfuerzo para disminuir el tamaño, antes se envolvía a algunas señoritas chinas desde la pubertad en verdaderas camisas de fuerza.
A diferencia del mundo de la Grecia antigua, donde las tetas grandes eran veneradas y sagradas, en gran parte de la Edad Media se redujeron a la acción de amamantar, y en las pinturas y en las esculturas, las tetas de hembras humanas fueron lo más discretas posibles (hasta llegar a pechos planos como los del hombre) y la perversidad dotó a los diablos y a los pecados capitales de inmensas tetas. Por eso, las tetas grandes se consideraban un signo de vulgaridad, distintivo de las putas y las “malas” mujeres.
¿A qué se parecen las tetas? A limones, a guayabas, a manzanas, a peras, a naranjas, a toronjas, a melones, a sandías, a balones, a pelotas, a globos, a cojines, a campanas, a cúpulas, a testículos, a nalgas, a rodillas, a hombros, a dedos, a teteras, a botellas, a garrafones, a dunas, a cerros, a colinas, a volcanes, a hamacas, a lunas, a nubes, a focos, a fuentes, a caramelos, a piedras, a sombreros, a ruedas, a aves, a cactus, a condones, a boyas, a cucharas, a fantasmas.
Las mujeres, a quienes en primera y última instancia les pertenecen, pueden vender sus tetas, o alquilarlas, o prestarlas, o regalarlas, u ofrecerlas, o presumirlas, o exhibirlas, o esconderlas, o transformarlas, o intercambiarlas, o mimarlas, o maltratarlas, o pintarlas, o fotografiarlas, o esculpirlas, o escribirlas, o ensuciarlas, o limpiarlas, o adornarlas. Las tetas se deben valorar como parte y totalidad del más hermoso de los cuerpos humanos.
imágen de ruurmo
One thought on “Pechuga entera, por favor (Una divagación sobre las tetas)”