Consideraciones para una vida feliz (Reproches de amor I)
Fue tan bello mientras duró. La predicción de las fuerzas es tan desacertada, tan ridícula, finalmente. El tsunami nos recordó que estamos en un planeta vivo y propenso a los exámenes de conciencia, que permanecemos plantados sobre una base orgánica contra la que nada puede hacer el polipropileno cáustico de que está hecha el alma de cada una de tus muñecas arrumbadas.
Tu suite en Colombo tenía una cortina de dieciséis gruesos rosarios de cuentitas de fantasía a modo de puerta corrediza en el vestíbulo; tenías una ventana en el baño y eso siempre es bonito: es la excentricidad lo que confiere verdadera identidad, todo lo demás son marometas en el lodo.
Ahora que estás de regreso no sé si deberé acondicionarte un cuarto o desenrollar la vieja bolsa de dormir. La noche antes del maremotito saliste a pasear y te entretuviste observando a un bengalí borracho charlar animadamente en un teléfono público, sus gritos, su ánimo tropicalón, te atemorizaron hasta que miraste el cordón roto del auricular, los alambritos de cobre asemejaban el justo momento de una fusión atómica congelada en una foto imposible.
Dices que es lo último que recuerdas y yo sigo sin creerte, ¡qué estupenda es la posibilidad de sólo algunos privilegiados de reiniciar su vida justo en el punto en que el mundo empieza a hacerse insoportable!, recuerdo que alguna vez un joven con aspecto de rastafari rehabilitado me entregó un folleto de Neuróticos Anónimos afuera de un Starbucks; durante todo ese fin de semana pensé mucho en la conveniencia de entregártelo o no y cuando me decidí ya habías salido de viaje.
¿Qué le voy a decir a mamá?, ¿que su hermana sobrevivió a las ocurrencias histéricas del oleaje y ahora regresa por sus fueros?, debes tenernos un poquito de compasión, no puedo romperle el corazón de esa manera: el Audi color gris plata, el duplex en Coral Gables, los diez millones de millas acumuladas en American Airlines y los cupones de veinticinco por ciento de descuento en Burberry’s bien valen tu silencio y mi abnegación, y una vez que te hayas instalado te llevaré a Agostino’s y te podrás comprar una peluca glam para ir a lucirla a la Plaza Central del Distrito de Finanzas, tu sobrino consentido, que en realidad no conoce la ciudad en la que ha pasado toda su vida, contratará al mejor taxista recién llegado de una de esas repúblicas bananeras donde la moneda cambia de nombre con cada nuevo dictador para que nos lleve a redescubrir esas minucias de la vida cotidiana que tanto valoras, sean los nuevos anuncios de neón que van evolucionando intermitentemente hacia tonos más claros y de regreso, los vagabundos que vomitan una flema anaranjada en su vaso de limosnas o el estruendo de los hoyos fonqui ahora convertidos en lupanares exclusivos para admiradores e hijos ilegítimos del As de la Sierra o de Chalino Sánchez.
Te juro que nos vamos a divertir, quédate conmigo por favor, mi hogar es chiquito y sus paredes, muy porosas, pero sus interiores están tan bien diseñados como para comprenderte casi en toda tu dimensión, tengo una línea completa de platillos dietéticos para microondas y si extrañas el exotismo compraremos una iguana. Te gustará.
Uno de los momentos más invaluables que podemos disfrutar es esa hora de la mañana en que nos levantamos antes de quedar bien saciados de sueño y recorremos la distancia entre nuestro dormitorio y la puerta de entrada con una perplejidad que escapa a toda explicación, sabemos que estamos despiertos porque en realidad nadie es tan tonto como para darse pellizcos, pero una vez que hemos confirmado nuevamente que el sol nos lastima, que no es nuestro amigo, desandamos la ruta y nos volvemos a dormir, esta vez debilitados por el hambre.
Cuando estés conmigo me cuidaré de tener un plato lleno de sabrosos panecitos que hagan aun más memorable ese instante de recogimiento en el que las texturas parecen flotar. No es nunca recomendable comer nada que no tenga fecha de caducidad pero no me quieres creer, cuando regreses a la ciudad y observes la presa de aguas negras construida con materiales de deshecho a punto de desbordarse sobre los terrenos de Granjas del Valle me darás la razón.
Hay un problema: mi mamá ha dicho que estoy enfermo, que por las noches lanzo un gemido oscilante, de un tono de blanco que jura no haber visto jamás en su vida y que amanece pegado a los cristales de las mesas y los espejos y los figurines de porcelana china y rusa, confío en que de vez en cuando tendrás la decencia de restaurarlos con una franelita empapada en agua con sal o que tan sólo serás tan discreta como para no tocar el tema.
Las enfermedades son presencias que se enseñorean de las casas y de las vidas, lo divertido es poder llegar a rendirles vasallaje con la elegante serenidad que otorga la desesperanza.
Más allá de esos detalles, la vista es fantástica; hoy por la mañana he retirado el papel de aluminio con el que cubría cada ventana y rendija y finalmente he logrado destrabar el pestillo del tragaluz, sé que te gusta la luminosidad, el fuego incitado por el movimiento de la humanidad desplegándose frente a nosotros: lo primero que podrás ver al descorrer las persianas color salmón es un edificio de condominios con terrazas inseguras apenas resguardadas por barandales de hierro forjado sin remaches, es difícil ver gente asomándose, pues resulta muy arriesgado, aunque muy práctico para las mascotas cuando se dan cuenta de que ya nadie las quiere porque ha llegado el primer bebé; no debes dejar prendas de colores claros al aire libre, con sólo un par de horas de exposición queda impresa en ellas la firma del espíritu de nuestra ciudad, una mancha negra y apestosa le roba a las costuras el brillo lustroso que les pertenece por derecho, es un fenómeno atroz para quien no está acostumbrado, por eso quiero prevenirte, para protegerte de ti misma y de tu sensibilidad remodelada por el espectáculo de las palmeras y la arena rezumante de un sudor más dulce que tú (poesía no eres tú) y por pieles tan morenas que te obligaban a levantar la cara al cielo para aclarar los ojos. No me imagino tu vida hasta este momento, todo te parece tan natural, las exquisitas escenas pastoriles tan pasadas de moda debieron resultarte una cosa cotidiana, pero en esta ciudad lo más cercano a la tierra que encontrarás es la tienda de jardinería del Megalomarket.
Plantita feliz te ofrece helechos, benjaminas, manzanos, bonsáis, acacias, rosales, bugambilias y la deliciosa sensación de que por fin tienes a alguien que te escucha y, a su manera, se preocupa por ti tanto como tú por medir la temperatura exacta del agua y el ángulo perfecto del rayo del sol; yo también soy lindo y obsequioso, además de sincero, pero me preocuparía tener que dejarte sola en alguna ocasión, no quiero que te llenes de malos pensamientos, la añoranza engendra melancolía que engendra codicia; créeme que lo tengo todo calculado para el momento en que vengas a hacerme compañía, he retirado las postales de Bombay y Yakarta del refrigerador, mi colección de El Sutra Semanal yace ahora en el interior de mi bolsita de basura con recubrimiento menta-limón y ya he seleccionado el rincón ideal para tu sleeping bag (puedes ignorar los estampados de Patoaventuras, no son muy místicos pero es lo único que tengo), yo sé que te agradará la conjunción del ruido de la televisión Samsung Tantus Flat con el olor del guisado de conejo, la colcha te permitirá un mayor contacto con el suelo, con la energía vivificante de todo el humus de todas las épocas, tanta intensidad es feliz, es auténtica, ya te darás tiempo de gozarlo; es absorbente, es emocionante, no te permite dejar lugar a cualquier inquietud filosófica, a ninguna curiosidad malsana.