¿Qué tan válida es la biografía relatada por alguien distinto a nosotros mismos?

A partir de un artículo de Javier Marías en El País se han desatado algunos comentarios al respecto en la blogósfera literaria. El primero en comentarlo ha sido José Antonio Millán. Todo parte de las palabras de Marías al mencionar que:

“Hoy proliferan las anécdotas apócrifas sobre los escritores vivos y muertos, y poco de lo que se encuentra en Internet [de anécdotas sobre escritores vivos o muertos, supongo] es fiable. Cualquier ‘bloguero’ idiota o megalómano cuenta lo que le viene en gana, y la falacia ya no hay quien la pare.”

Si bien, como hace Millán, con tan sólo cambiar unas palabra -en lugar de bloguero, ponga escribidor, por ejemplo- regresa el argumento con la claridad, sutileza y certidumbre que, imagino, muchos de quienes estamos “preocupados” por las palabras del señor Marías, tomamos una postura cercana a la de Millán.

La preocupación mostrada por Marías tiene relativa validez, pero su asociación del bloguero como la más clara muestra de la incertidumbre se vislumbra como algo no sólo exagerado, sino que permite ver, quizá, su opinión respecto a esta forma de expresión, el medio y sus redactores. Su preocupación tiene validez puesto que tan cierto es que se pueden crear tantas falacias al rededor de un personaje que así se han creado ya falacias desde hace siglos.
El escritor [vivo o muerto] no deja de ser un ser humano susceptible del ojo de los demás, de sus palabras y de su memoria. El escritor, ni vivo, mucho menos muerto, podrá evitar que su historia sufra de pequeñas o grandes variaciones. En eso coinciden la historia de un individuo con la historia de las naciones: la pluma que reescribe sus anécdotas y pasajes siempre va guiada por la caligrafía de alguien que quizá no estuvo allí. Y, si es que lo estuvo, regreso a mi pregunta inicial: ¿Qué tan válida es la biografía relatada por alguien distinto a nosotros mismos?

Finalmente, a muchos de nosotros nos habrá tocado leer uno o dos libros “biográficos” sobre personajes literarios o sociales de los que se trata de narrar la historia, su historia, pero sobre las palabras de otro. El resultado: una verdad a medias, una versión con vacíos intencionales o producto de la ignorancia, una que otra nota graciosa para darle vida a la historia de una vida aunque no sea tan “históricamente acertada”, historias ensalzadas y esclarecedoras. Se me viene a la mente “El día que Nietzche lloró”, de Irvin Yalom, quien en su novela entrecruza las historias de dos personajes que marcarían el inicio del siglo XX: Sigmund Fred y Friedrich Nietzche (Espero pronto traerles la reseña y mis impresiones de dicho libro, aunque para ello amerita una relectura :)).

Pero, ¿Ustedes qué opinan?