El escritor
1 Frente a la hoja
Mohandas Carter se ha dispuesto a escribir un libro, ¿pero de qué?, la pregunta está en el aire y revolotea enfadosamente bajo el falso plafón del techo de la desordenada habitación de este individuo que se ha decidido a iniciar la encomiable tarea de escribir, ¿pero qué escribir?, ¿una novela?, ¿un libro de cuentos?, ¿un ensayo?, ¿una obra de teatro?, ¿un recetario?, ¿una historieta?, es difícil saber, con tantas ideas es importante escoger la mejor, ¿pero cual? ¡si todas, irremediablemente, lo llevarán a la fama que precederá a esa gloriosa senda dirigida hacia el Nobel de literatura!, efectivamente, escribir es una empresa difícil, pero Mohandas lo logrará, si, seguro que lo logrará, por una sencilla razón: ahora se ha convertido en escritor.
Desde el glorioso momento en el que quiso escribir un libro y avisó a toda su parentela que se encerraría en su cuarto a escribir o, en el peor de los casos, a esperar que le llegase la inspiración, advirtiéndoles de antemano que no deseaba interrupciones ni ruidos de ningún tipo, Mohandas había separado del cajón barnizado de su escritorio un paquetito de hojas blancas tamaño carta y las había colocado ceremoniosamente bajo la luz del flexo para después arremangarse la camisa y tomar su preciado bolígrafo adornado con la litografía de una bailarina nudista de las épocas del Can-Can parisino de los fabulosos años veinte y plantar su pesado brazo sobre el bonchecito de celulosa procesada adoptando una postura de meditación apropiada para ir desgranando cada una de las opciones literarias que tenía ante sí.
Primero estaba el asunto de la proyección, ¿a quién estaría dirigido su libro debut?, ¿a los niños?, ¿a los adolescentes?, ¿a los adultos?, ¿a los ancianos?, ¿a los amargados?, ¿a los alegres?, ¿a los eruditos?, ¿a los ignorantes?, ¿a los obreros?, ¿a los empresarios?, ¿a los pobres?, ¿a los ricos?, ¿a los gordos?, ¿a los flacos?, ¿a los tranquilos?, ¿a los inquietos?, ¿a los negros?, ¿a los blancos?, ¿a los hombres?, ¿a las mujeres?, ¿a los estudiantes?, ¿a los vagos?, ¿a los deportistas?, ¿o a los intelectuales como él?, es una difícil decisión, de la proyección de su primer libro, y de su asertividad para escogerla, dependerá su éxito y su paso a la historia. Hans Christian Andersen escribía un teatro fuerte, con obras dramáticas e impresionantes, o al menos eso creía el, porque le salían muy infantiles, según le decían, entonces, encontró la posteridad escribiendo cuentos para niños.
La princesa y el guisante, el escritor y su pluma, y Mohandas Carter tenía el porvenir en la mano derecha, aunque de vez en cuando, el destino de la literatura pasaría a su mano izquierda, por culpa del ambidextrismo de su indeciso portador, aun así, solo sería necesario un cambio inocuo de posición. Así pasó su primera hora como escritor establecido, acompañado de una blanquísima centena de hojas de papel, y paseando su impúdica pluma de la diestra a la siniestra y a la visconversa. Entonces, pensaba Mohandas: ¿qué será bueno?, ¿algo que tenga un mensaje?, ¡no!, no va a ser un fabulista, va a ser un novelista contemporáneo, ¿o un cuentista?, ¡tal vez un ensayista!, no, tampoco, ¿o historiador?, ¡Mohandas Carter siempre ha sido bueno aprendiendo fechas!, no, tampoco.
Meditaba entonces, tal vez eso sea bueno, escribir un libro de superación personal, a final de cuentas, los escritores como él, que no tienen ideas, ni creatividad, ni futuro en la literatura, se dedicaban a eso, a escribir, irónicamente, libros de superación personal, pero no, Mohandas Carter, aunque estaba aburrido, sí tenía ideas, sí tenía creatividad y lo demostraría, solo hacía falta una idea, una prodigiosa idea.
2 Un cuento
Entonces, Mohandas Carter elige la primera opción, ¡si!, ¡un cuento!, ¡excelente idea!, al fin y al cabo, el cuento fue el principio de la narrativa, de la literatura, y, ¿por qué no decirlo?, de la historia, ¿cómo no?, si la historia es puro cuento, sí, ya se lo estaba imaginando: ¡Hitler y el comando de los comunistas nazis a bordo de la poderosa nave Goebbelsprise, ataca las baterías antiaéreas instaladas en las bases cubanas del planeta Roosevelt, pero no cuenta con que Luis XVI Montesquieu lo espera con una turba de Ayatollahs armados con misiles de gas mostaza, proporcionados por créditos a cargo de los gobiernos de Saddam Hussein y del archiduque Francisco Fernando, previa firma del Tratado de Brest-Litovsk a bordo del acorazado Missouri, por Mussolini, Colón y Salinas!… así de fácil es escribir.
Era, según se acababa de dar cuenta Mohandas, muy fácil plasmar alguna tontería en el papel, eso era un cuento, pero, ¿le gustaría escribir una tontería?. No, ese, su primer cuento, era una pieza destinada a ser un gran cuento, no una tontería, pero por otra parte, un relato no tiene que ser lógico y serio, entonces, lo ideal sería escribir una historia humorística y fantasiosa, pero siempre conservándose lógica y ordenada, por lo tanto, pensaba, ¡eso no sería un cuento!, pero Mohandas había aprendido religiosamente, así como se aprenden el por favor y el gracias, que si no es una temática libre, entonces es necesario establecer una serie de temáticas preconcebidas para seleccionar la mejor, pero, ¿de donde sacaría algún tema?, la desaparición de un joven en un laberinto metafísico, la muerte de un ex-embajador amargado, las correrías orgiásticas de la hija de un diputado, las oportunidades que se presentan todos los días para hacer montones de dinero, las aventuras que se suceden al dar un paseo nocturno con los perros de Suburbia, las infinitas posibilidades de la vida nocturna, las andanzas de algún chico de Nueva York, o el melancólico testimonio de la esposa de algún famoso escritor que siempre tenía tiempo para divertirse y ser ella misma y así jamás aburrirse, durante los ya lejanos años veinte…todas las historias le parecían largas para ser un cuento.
Todas eran historias que Mohandas Carter, escritor, podía desarrollar al infinito, pero entonces, ya habría que pensar en algo más alto, todas las historias organizadas en su imaginación desde días antes, ahora las encontraba excesivamente largas para compactarlas al pequeño universo cuentístico, tal vez habría que adelantar un poco la carrera de escritor y pasar a lo grande, ¡una novela!, eso sería aceptable, aunque Mohandas lo duda un poco, ¿en verdad quería pasar de cuento a novela sin hacer un ensayo previo?, eso sería como si un bebé empezara a dictar conferencias antes de empezar a hablar, así de ilógico, así de irregular, así de interesante…
3 Una novela
Mohandas Carter, escritor, tiene por qué estar orgulloso, su calidad literaria es tan superior que en este, su primer día de actividades como literato, ya ha pasado por su primer época productiva, correspondiente a la elaboración de cuentos que funcionaban, más que nada, como preparación para proyectos futuros, contando hasta el momento con una producción literaria total de 0 unidades, pero eso, ¿qué importa?, lo importante aquí es el hecho maravilloso de que ahora escribirá una novela, el paso de cuentista a novelista, se ha dado, ¡y en un tiempo record!, un hecho que sin duda amerita una celebración, pero Mohandas no tiene tiempo para celebrar, ahora hay que empezar una novela.
Muy bien, se hará una novela, y nuestro personaje sabe que una novela puede ser de dos tipos: lineal y brechtiana, la primera es la narración de una historia desde el principio, prosiguiendo con el desarrollo y terminando con el final, que puede ser alegre, triste o tranquilamente aburrido, dependiendo del final que el autor quiera darle a su propia vida, y la novela brechtiana, que vendría siendo más identificable en los locos realistas contemporáneos, puede empezar en el final y terminar en el principio, o iniciar en el desarrollo, continuar en el final y terminar en lo que sería la primera línea si se tratara de una novela lineal, entonces, la primera decisión se vuelve una encrucijada: si el escritor se decide por un formato y debe llegar al punto final utilizándolo, renuncia al otro.
Ahora puede escoger dos caminos, sería fácil escribir una historia lineal, entonces, la novela se convertiría en una de tantas, con inicio, continuación y final, pero no, Mohandas no es un escritor del montón, sino un escritor del monte, por lo tanto, está decidido: una novela moderna e introspectiva marcará su debut, bien, ahora lo mero bueno, la decisión final de todo ebanista literario como Mohandas Carter, escritor, para comenzar, ya en forma, su carrera: la elección del tema, de qué hablar, para qué decirlo y cómo decirlo, ¿qué novela puede llegar al público en general?, es muy difícil saberlo, porque cada cabeza es un mundo, todos tenemos diferentes gustos, a cada quien le gusta algo, por eso es que existen novelas de misterio, drama, comedia, terror, humorismo, etc., para cada quien, es por eso que no ha existido una novela universal ni en los principios de la palabra escrita ni actualmente,.
¡Pero Mohandas Carter se encargará de eso!, ahora, sentado frente a sus hojitas de papel, se dispone a lograr ese prodigio, va a escribir una novela para todos, ya que hasta el momento no se ha decidido por nadie a quien dirigirle si creación, entonces escribirá una novela universal, con proyección para todos, y, además brechtiana, como es la vida de todos, o casi todos: disparatada y desastrosa. Entonces ya están decididos el formato y la proyección, pero sigue pendiente el tema, que, efectivamente, debe ser para todos, Mohandas ha divagado demasiado, es necesario resolver eso cuanto antes, un tema universal para una proyección universal, y ese tema será ¡la muerte!, no, ¡la vida!, no, ¡la familia!, no, aunque esos son temas universales que le interesan a todo el mundo, no son, seguramente, el interés último de la literatura de un escritor tan completo como él.
Entonces, ¿qué?, el trabajo no le interesa a todos, el descanso, puede ser pero no todos tienen tiempo de eso últimamente, el arte, también podría ser, pero, ¡uy!, no, eso sería tanto como burlarse de la ignorancia de la gente, entonces, ¿qué?, pues nada, que para un escritor tan magnifico como Mohandas, basta con que logre el entendimiento para sí mismo de esos temas universales, pues no hay razón para que el vulgo espeso tenga acceso a tan profunda información que no podría asimilar en toda su magnitud, por lo tanto, un escritor como este, debe hacer algo a su medida, y no debe andar ensayando con cosas que no están a su nivel, ¡eso es!, ¡hablando del rey de Roma!, ¡eso es lo que hay que hacer!, ¡un ensayo!.
4 Un ensayo
No hay forma de definir la estupefacción de Mohandas Carter ante este nuevo avance en su corta, improductiva, pero brillante carrera de escritor. Había pasado por el cuento y por el intrincado mundo de la novelística, había meditado y discutido consigo mismo todas las opciones para crear lo que se propuso desde el principio de la jornada: escribir un libro, y ahora se encontraba otro peldaño que subir, seguramente igual que los otros, ahora estaba en condiciones de escribir un ensayo, ahora, el gusto es mayor, pues ya había pasado de la fantasía al análisis, y ahora contaba historias verdaderas y profundas.
La literatura ahora sería para Mohandas el espacio idóneo para explotar todo su talento analítico ,entonces, ya no hay razón para esperar más, ¡hay que escribir un ensayo!, y Mr. Carter, animoso, coloca ya la pluma cerca del papel listo para ser mancillado, cuando de pronto, la pregunta lo asalta de nuevo, y ahí está, impune, agresiva, odiosa, ¿de qué escribir el ensayo?, ¿cómo elaborarlo?, ¿cual sería su contenido? ¿de qué?, ¿de política?, ¿de literatura?, ¿de entretenimiento?, ¿de deportes?, ¿sobre el comportamiento humano?, ¿sobre la cultura y las tradiciones?, ¿de didáctica?, ¿de ciencia?, todo es posible, pero nadie, ni siquiera él mismo, domina toda la verdad.
Entonces, no puede seleccionar todo al azar, de tal manera que está obligado a seleccionar un tema, pero, ¿qué tema dominaba?, en la escuela, Mohandas Carter había tenido cierta experiencia dando asesorías a sus compañeros en la clase de Historia Universal, considerándose a sí mismo como un profundo conocedor de el acontecer del mundo durante la Segunda Guerra Mundial, sus héroes y villanos, las historias de aquellos que originaron las ideologías que habrían de batirse en los campos de batalla de la conflagración más sangrienta de todos los tiempos, de la deprimente infancia de Hitler a las aventuras y exilios de Lenin desde el Lago Ginebra hasta la Estación Finlandia, así las cosas, sintiéndose una verdadera autoridad en el tema, ahora Mohandas puede disponerse a escribir tranquilamente un libro de historia de la segunda gran guerra. Voltea de repente al fajito de hojas blancas y le parecen escasas para vaciar su caudal de conocimientos y disertaciones.
En su mente comienza a hilvanar la primera frase del ensayo, algo así como “La Segunda Guerra Mundial representó, al igual que el resto del siglo XX en lo general , una interrupción del curso normal de la historia de la humanidad por toda la serie de cambios, causas y efectos que significó” suena bastante bien, un excelente augurio al principio de un best-seller y, por lo tanto, un vehículo ideal para la consagración de Mohandas Carter, bien, elegido está el tema, y el ensayo de dividirá en “causas”, “desarrollo” y “consecuencias”, del famoso conflicto bélico, entonces, se tratará de una historia lineal, que comienza por el comienzo, continúa por la continuación y finaliza en el final, tal y como sucede en la novela lineal.
Efectivamente, un recuento histórico-cronológico de un evento cualquiera, en este caso, la Segunda Guerra Mundial, tiene que ser, necesariamente, una historia lineal. Pero, ¿qué no era una historia lineal la que Mohandas había rechazado para la que estuvo a punto de ser su novela debut?, y si, efectivamente, hablar de historia es hablar de sucesos, y son, precisamente, sucesos los que conforman las novelas y los cuentos, ¡entonces Mohandas Carter no puede escribir una historia lineal en su ensayo!, ¡pero tampoco una historia en formatos modernistas, porque no podemos pensar que la guerra inicia con el suicidio de Hitler el 30 de abril de 1945, provocando la caída de la bomba atómica y la invasión a Danzig y Pomerania.
Mohandas aparta la pluma de la hoja de papel, antes la había colocado con mucha seguridad, ahora la retira meditabundo, ¿será posible?, un escritor como el no puede andar escribiendo historias del montón, eso era lo que había pactado consigo mismo cuando se decidió a escribir una novela, sin embargo, ésta había dado lugar a otro proyecto más complicado, la estructuración de un ensayo que sería un recuento de la cronología completa de la Segunda Guerra Mundial, que era, por fuerza, y al igual que todos los sucesos de la historia, un acontecimiento con desarrollo lineal, situación que iba en contra de las intenciones literarias de un suceso de las letras contemporáneas como lo es Mohandas Carter.
Prontamente, Mohandas Carter se ha dado cuenta de que toda la historia del mundo no estaba a su nivel, pronto la encuentra simplista al no poder ofrecerle algo que no fuera una cronología lineal entonces se sintió decepcionado y aburrido al darse cuenta de que, en la historia, el suceso A desencadena el suceso B, y que éste, por el solo hecho de ocurrir, propicia el suceso C, que surge, irremediable y rápido, de las características de los anteriores acontecimientos, así las cosas, es imposible escribir un ensayo, no solo de la Segunda Guerra Mundial, sino de cualquier pasaje histórico, entonces, el ensayo no es el camino para un brillante poeta de las estructuras y las temáticas contemporáneas, ¿poeta?.
5 Un poemario
La palabreja retumba en cada rincón de la retorcida mente de Mohandas Carter, quien ya no puede seguir con sus elucubraciones respecto al ensayo, ¿poeta?, y, ¿por qué no?, es decir, seguramente la prosa y la crónica se le habían negado y lo suyo, en verdad, era la poesía, ¡sí!, ¡una excelente idea!, ¡a la luz de una vela apagada, un ciego escribía lo que un mudo le dictaba!, ¡muy bien!, ¡escribir poesía es despertar emociones!, y eso es precisamente lo que Mohandas quiere hacer, despertar emociones, y no lo lograría, seguramente, con un aburrido cuento, una insípida novela o un somnífero ensayo.
En definitiva, todos los demás géneros no cubrían las necesidades artísticas de Mohandas, por ser limitados en fondo y forma, pero la poesía representaba un medio excelente para vaciar todos los sentimientos que trae en la mente y en el corazón, así pues, un poema es la clave, y eso es lo que se hará, desentramará los tejemanejes del corazón humano, descifrará los sueños y las ideas, y todo con un poema que respondería a todos los cuestionamientos universales de la débil mente humana, así de fácil, y lo logrará con unas cuantas simples e inspiradas frases que conmuevan a todos los corazones.
Pero, ¡un momento!, ¡paren las prensas!, ¡aquí pasa algo!, ¡Houston, tenemos un problema!, ¡Mohandas, tenemos un problema!, a ver, con calma, ¡acaso no era un poema lo que el pálido e insignificante joven Chris, tu compañero del cubículo de al lado escribe a escondidas durante la hora de la comida?, ¿y que no se trata de un poemario lo que Laurita, la secretaria del Licenciado Farrow, oculta con tanto celo en el cajón de su escritorio? (Sí, bueno, a decir verdad, tratar de ocupar el tiempo del horario de trabajo distrayéndose con algún hobby es algo muy típico en el mundo de las oficinas burocráticas; si uno pregunta a alguna de las empleadas boquipintadas que en ocasiones suelen atender a las multitudes histéricas entre cada sesión de maquillaje, nos puede responder, si no esta muy atareada soplando a la pintura fresca de la uña del meñique, señalando a aquel señor que está allá, hasta el fondo, entre la mesita de café y la oficina de conserjería, ése que usa brillantina para relamerse el pelo y un saco de rayitas con los codos parchados: “ése escribe poemas”, acentuando la perversidad de las palabras con una leve sonrisita que hará que la quinta capa de make up se le cuartee).
Mohandas Carter, un soltero bilingüe y culto, feliz poseedor de un reluciente título en Historia que socava su miserable y solitaria existencia colgado entre los posters y retratos de su oscura habitación, que ha tenido una evolución sorprendente gracias a su mente brillante de escritor superdotado, el día de hoy parece estar corriendo con suerte: su conciencia lo ha detenido a tiempo y le ha hecho reflexionar en que un escritor de su calidad no tiene por qué rebajarse al nivel de la raspa ignorante con la que debe convivir diariamente en la oficina, por lo tanto, un poema no tiene por qué ser la vía mediante la cual escriba su ópera prima. Es algo muy simple, ¿acaso Mohandas hará algo que hace todo el mundo?, ¿escribir poemas?, ¡no!.
Finalmente, una cosa es cierta: si Mohandas Carter, escritor establecido se rebajara a escribir un libro con un contenido común, como lo hace medio mundo, escribiendo poesía simplista, pueril y con el fin último de distraerse y olvidar la frustrante realidad de saberse encerrado en una oficina de burócratas durante los treinta años más productivos de su vida, su carrera se verá seriamente afectada, y ya no podría escribir un libro histórico, magistral, formidable, como los que solo él sabe escribir, sin que lo persiguiera por siempre, cómo una tira de deudas sin pagar, la sombra ominosa de un mediocre libro que se dejó condenar a un contenido como el que cualquier gaznápiro puede escribir unos cuantos minutos antes de que doña Cholita le sirva el café de la mañana y lo obligue a apartar la libreta para colocar su bebida entre los folios de adeudos expirados y las amarillentas fotos de la familia. No, la poesía no es el camino.
6 Un recetario
La impaciencia, sí, la desesperación ponzoñosa de estar aburrido, también, son temas para Mohandas Carter en estos momentos, sabe que tiene un suceso editorial entre las manos, que tendrán que moverse rápido para poder hacerlo realidad, en tales maquinaciones se encuentra cuando su estómago emite un sonido raro, que no alcanza a identificar, aunque bien se imagina lo que ha de ser, ¡es el gruñido de un estómago hambriento!, Mohandas cae en cuenta de que no ha comido, pero, ¿quién tiene tiempo para comer?, un escritor como éste no puede darse esos lujos superfluos ni perder el tiempo en ello en medio de la elaboración de su histórico debut literario.
Para Mohandas la comida siempre ha sido un objeto de culto y veneración constante, teniendo como centros de peregrinación los distintos restaurantes de la localidad, no por nada, ahora es el orgulloso portador de una prominente barriga que puede presumir soberbiamente, considerándose una eminencia en la materia, y es importante apuntar que Mohandas sabe que quien tenga conocimientos de algo debe compartirlos con quien carezca de ellos, así, el mismo se encuentra en condiciones de compartir conocimientos de gastronomía mundial en un lindo recetario que no tiene que ser una obra ensayística. Mohandas cambiará la Segunda Guerra Mundial por el pay de manzana.
Bien, un recetario es una buena idea, puede empezar con postres, continuar con platos fuertes y terminar con entremeses, ¡excelente!, ¡absolutamente modernista!, al gusto de un renovador literario como Mohandas Carter, escritor, dueño de una panza labrada palmo a palmo en todos los restaurantes de la ciudad, ahora solo hace falta vaciar esta experiencia en el papel; algo de comidas populares, para empezar, una hamburguesa simple, pero, ¿qué contiene la hamburguesa comercial?, ¿esa carne es carne de verdad o es algún producto de soya?, ¿el huevo del desayuno es soya también?, seguramente, no pude existir un huevo tan perfecto y tan amarillo, tiene que ser soya, ¡huevo sintético!.
¡Y la comida china!, ¡esa sí es una fuente inagotable de material fascinante!, desde las carnitas de gato colorado, hasta la sopa de aleta de pollo, ¡todo un reto al paladar del conocedor!, pero el embotamiento extásico del sabor único que brindan las sobras del arroz recalentado y la verdura de la verdura presente en el plato de pato deshuesado no permiten el funcionamiento adecuado del raciocinio, con lo que se cancelan las posibilidades de pensar y analizar antes de meterse a la boca ese pedazo de Foo Young al que se le puede acusar de todo excepto de tener nexos con el huevo, así, es muy difícil establecer un orden como el de un libro de cocina, en el caos total.
No, un recetario tradicional cuyas recetas obedecen un orden lineal no está a la altura de Mohandas Carter, y un recetario crítico, analítico y reflexivo de todas las corrientes gastronómicas de una ciudad cosmopolita no puede considerarse un recetario en forma, sino un bizarro ensayo torpemente estructurado por un gourmet aficionado e inconforme que no puede probar de ninguna manera y por ningún medio, los complots imaginarios que ve en cada plato de arroz frito, en cada hamburguesa o en cada lata de conserva industrial, ¡pero ya hemos quedado de acuerdo en que ensayos no!, no, un recetario no está a la altura de Mohandas Carter, súper escritor inconforme.
7 Una historieta
Mohandas medita unos momentos en esas palabras, ¿súper escritor?, se oye bien, Mohandas Carter, el renovador, pero, ¿de qué manera ejercer esa fuerza si cada alternativa ha resultado improcedente ante la grandeza de su autor?, escribir una historieta acerca de esta jornada también es posible, pero no, no vale la pena, porque aparte, para ser dibujante, hay que tener bastante habilidad, pero Mohsndas agotó su pulsó durante sus infructuosas empresas juveniles en la Marvel, ¿en verdad sería feliz reviviendo viejas costumbres?
Todos los súper héroes ya fueron súper explotados, habría que crear nuevos, pero Mohandas tiene la última opción en lo pretencioso que resultaba su propio nombre: Mohandas Carter. La voluntad y la dignidad del gran redentor de los pobres hindúes, Mohandas Karamchand Gandhi y el presidente que teatralmente y en apariencia, cortó de golpe la expansión imperialista de los Estados Unidos en el cono sur, James “Jimmy” Carter, quien preparara los tinglados para devolverle su canal a Panamá, pero no, tampoco, esta mezcla de virtudes no es viable en un súper héroe convencional, no, una historieta tampoco es el camino.
8 El escritor
Mohandas Carter se ha dispuesto a escribir un libro, pero, ¿de qué?, la pregunta sigue en el aire, y revolotea desesperadamente sobre aquella centena de papel, aún virgen y blanca como la leche y la nieve de coco. Nuestro escritor ha llegado a una conclusión: ¡ha vencido a la literatura!, ni sus colegas Shakespeare y Wilde, ni sus cofrades Cortazar y García Márquez pudieron sortear las dificultades de la literatura con tanta gallardía, con tanta elegancia, ¡y en tan poco tiempo!. Ni un libro escrito, pero, ¿qué importa?, el valor de un escritor magistral como Mohandas no radica en la cantidad sino en la calidad, ¿qué tan excelente será su obra que no es merecida siquiera por el papel?.
El escritor es un maestro de la lengua, pero Mohandas Carter superó sus propias expectativas, no necesita escribir ningún libro para demostrarle al mundo o a sí mismo su lucidez, su excelencia y su dominio sobre cada una de las letras y cada uno de los géneros, ¡así de excelso es!. ¡así de brillante su carrera artística!, pero, pasando al otro lado de la moneda, el vulgo es demasiado ignorante como para comprender a los maestros como él, escritor, así las cosas, resulta imperativo escribir un libro, solo para demostrar que Mohandas existe y para advertirle a los intelectuales y al comité consultivo del Nobel de literatura que va en serio, pero eso será en otra ocasión, porque el hambre se hace presente de nuevo y una tripa ya se comió a la otra.
Entonces, Mohandas Carter, escritor, guarda su preciada pluma, vuelve a encerrar el paquetito de hojas blancas en el cajón barnizado de su escritorio y apaga la luz de su lámpara de trabajo. Tal vez mañana haya mejor suerte.
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