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Historia de Sayuki

Parece que voy a tener un bebé, creo que estoy contenta, papá no puede saberlo todavía y eso me pone triste, triste; creo que a la próxima le voy a preguntar a Aki cómo le gustaría que se llamara, tengo la sensación de que va a ser niño, yo creo que es porque siempre me han gustado más los bebitos que las bebitas y por eso a lo mejor sé que voy a tener un pequeño, sería bonito que viviéramos todos juntos pero eso no se puede.

Anoche tuve ese sueño otra vez: algo me aplastaba, eran muchos colores que me atrapaban, el azul era más opresivo que el rosa, que era muy sombrío, pero no tan pesado como el naranja que de repente se transformaba en gris, y toda esa mezcla, ese baile de tonalidades que cambiaban de lugar, era lo que me angustiaba más y como siempre, me desperté, me baje de mi camita y en mi cabeza todavía sentía como sí me estuvieran apretando hasta reventármela. La verdad es que me asusté mucho.

Sería lindo que todo estuviera bien. Quisiera tener un gatito, no me atrevo a pedírselo a Aki y mi papi tampoco lo permitiría, me gustaría acariciarlo y darle besitos y dormirlo conmigo después de darle de cenar mientras le acaricio su lomo. Me gustaría que de repente nadie se acordara de mí.

La semana pasada, los señores de la Agencia me pidieron que no saliera de la ciudad, no me explicaron por qué y eso me preocupó mucho. Nunca he salido de aquí, excepto por las excursiones a Osaka y a Nagoya y en mi familia nunca vamos de vacaciones, así que no tengo problemas con quedarme aquí siempre, pero ahora tengo el problema de que no me dejan salir, y eso me ha resultado incómodo, por más que me guste la ciudad, y antes, si yo no salía era porque no quería en tanto que ahora no me dejan; no sé, como que son dos cosas diferentes y es un cambio difícil, algo a lo que no estoy acostumbrada.

Quiero ver a Aki y no quiero, ahora no sé bien qué es lo que me pasa, aunque podría ser que cuando salgo con él todo es muy cansado, andamos de aquí para allá, si tan sólo nos quedáramos tranquilos en un solo lugar… pero él es muy activo y también le gusta la buena comida, y me pide que coma cuando no tengo hambre y tengo que hacer como que toso para cubrirme la boca con una servilleta y meter el bocado ahí y después ir al baño a tirarlo. Todo es muy complicado. También le gusta matar animalitos, la primera vez que salimos al jardín mató un pajarito y fue una cosa horrible, yo me puse a llorar muchísimo, y tuve ganas de que Aki se muriera, pero él me dijo que jamás lo volvería a hacer y me pidió que no llorara porque me amaba y me juró de rodillas que desde ese momento iba a querer a todos los pajaritos así como yo; pero la verdad es que yo no le creo porque algún día volverá a hacerlo, porque le gusta y cuando a las personas nos gusta algo lo hacemos siempre. Los señores de la Agencia me dijeron que Aki nunca se había arrodillado ante nadie y no supe qué contestarles.

Tal vez cuando papi llegue en la tarde le pida que me lleve al zoológico, ahí tienen unos gatitos grandes y también un avestruz, a todos los de la escuela los vuelven locos los pandas pero a mí me dan miedo, ya se que es algo tonto, pero así es y yo prefiero los canguritos, por ejemplo. Pero todavía no sé si le diga que quiero ir, es que tengo unos mareos muy raros que nunca me habían dado y casi no puedo caminar y eso me da mucho miedo, es un miedo que no se me quita ni siquiera cuando abrazo a Koko-chan.

(Es importante que veas a los lados cuando cruzas la calle que saludes a las personas con educación, sobre todo a los viejitos, que le regales tu sonrisa mas bonita al señor de la tienda que te pone un par de dulcecitos de más, que favorezcas con una reverencia a los mayores, a los santuarios, a Hachiko, a tus papás, a tus maestros, que sonrías cuando sientas caer las primeras gotitas de lluvia, cuando oigas el maullido de un gatito -Aki, ¿oyes a los perros aullar esta noche?-, cuando papi llega del trabajo y cuando recuerdes que la Augusta Presencia también piensa en ti. Porque, ¿sabes?, algún día todo se acabará, la autoridad se derrumbará, las campanas de cada templo se cuartearán, una gota de fuego se posará como rocío en una florecita de cerezo recién nacida, y entonces tu y yo nos iremos a Shibuya, a comer una hamburguesa con queso y un conito de nieve de vainilla con una patriótica y muy roja cereza al centro. Piénsalo).

Hoy vi al gringuito. Cuando salí del salón, él entró para la siguiente clase cargando una mochila enorme y justo cuando me atravesé en su camino me entró un acceso de estornudos como nunca me había dado, pensé que me desmayaría y no me calmé hasta que estaba a punto de entrar al salón de educación física, me dolía mucho la cabeza y traía los ojos rojos, el profesor me preguntó si estaba llorando y le dije que no y me dio mucho coraje porque las veces en que he entrado llorando no lo nota y me reprende porque voy con retraso y me habla casi gritándome y es brusco conmigo tanto como lo es con todos y eso me lastima, pero ahora fue un poco distinto porque me sentía muy aliviada por recuperarme del ataque de estornudos y porque tenía muy bien grabado en la mente al gringuito; en un principio me pareció detectar una sonrisa en su rostro pero de inmediato se desvaneció para adoptar luego la actitud seria con que siempre se comporta desde que llegó a la escuela. Habría sido bonito verlo sonreír por primera vez.

También estoy un poquito cansada. Me imagino que lugares como Florida o Texas deben ser muy calurosos, como que allá no ha de haber mucha oportunidad de que ráfagas de viento refresquen el ambiente, como las que corren ocasionalmente aquí cuando el calor está más fuerte, pero yo detesto que así ocurra en los días en que tengo mi clase de calistenia porque ando muy ligerita de ropa y las piernas se me congelan y pienso con más fuerza en mi papi cuando me acurruca con él en la cama y nos quedamos dormidos bajo dos edredones, aunque antes suele contarme alguna historia como la de John Manjiro que se perdió en el océano y fue rescatado por un barco americano y tiempo después tuvo el honor de conocer al presidente y volverse rico, y algo que me llamó la atención fue que papi me dijo que vivió en una ciudad con un nombre que me sonaba muy parecido al que las chicas de la clase del gringuito mencionaron una vez cuando una de ellas le preguntó de donde venía, entonces me desesperé y me costó mucho dormirme aquella vez y hasta ahora no dejo de inquietarme por no haber puesto atención o animarme a preguntar pero, aunque lo he meditado tanto, sé que no podría acercarme en el momento preciso…

El gringuito es bonito.

Tal vez cuando mi bebé nazca nos podamos ir de vacaciones con papito a algún lugar diferente, con gente diferente, en la excursión a Nagoya fuimos a comer a un restaurant hindú, y no pude probar nada porque el condimento me hacía daño pero yo estaba maravillada con la decoración y con el señor que atendía la caja y parecía el dueño, gente tan negra solo la había visto en las películas y me gustó, por lo menos era algo que se salía de lo común, del mundo tan uniforme que tenemos aquí, creo que sería muy interesante conocer más señores como esos más a menudo, por eso me llama la atención la idea de viajar fuera del país. Sinceramente, no se a quién quiero engañar, no me dejarán salir de aquí, al menos no pronto, una vez le pregunté a Aki y ya sabemos que fue lo que me contestó… por eso siempre es mejor permanecer callados, así como me dice mi maestra de Historia: no es prudente decir más de lo que se espera que salga de nosotros; considero que eso tiene mucha lógica, realmente yo soy muy calladita, sobre todo cuando me pongo triste. Pero ahora platico mucho con mi bebito y eso me alegra todos los días, el doctor de la Agencia dice que en este momento es mucho mas pequeñito que un grano de arroz y que por eso no debo preocuparme para nada, y permanecí, desde luego y justo como lo manda la buena educación, callada, y no le dije que en realidad nunca me he preocupado.

Me siento incómoda, las cosas podrían ser mucho más sencillas, papito quiere que lo acompañe al club de golf y es entonces cuando me irrito más; lo más feo es tener que hacer cosas que, independientemente de que en otras circunstancias las hiciera de buena gana, no puedo hace, ahora estoy cansada y este

DESASOSIEGO
Los cristales bailan
una danza acuosa;
los observo y sospecho
la caída y el sonido,
aún sin percatarme
de que son yo misma,
y estoy sola

es lo más estructurado que he podido escribir en mi nuevo cuaderno; es increíble, ha pasado tanto tiempo desde que me lo encontré y su portada permanece limpia, en otra ocasión ya la habría llenado con una parte de mi colección de calcomanías de Badtz-Maru, pero ni siquiera he tenido tiempo para eso. Creo recordar que en un principio me propuse conservarlo tal como lo hallé, tirado a la entrada del gimnasio, quince minutos antes de la hora de la salida y me imaginé que podría ser del gringuito, y esa idea me puso tan feliz que me lo guardé en una bolsita de plástico donde llevaba mis bolitas de arroz y dos botes de Pocari Sweat, la coloqué entre los separadores de mi carpeta y salí corriendo, creo que no me detuve en ningún momento, estaba encantada de haber tenido la suerte de encontrarme ese objeto tan común y aplicarlo a mi fantasía de esa manera… la espiral es recta y pintada de un verde elegante, sus hojas beige lanzan en su conjunto un dulce fulgor azulado y su peso desde el primer momento me pareció tan razonable que lo encontré perfecto y diferente a los otros cuadernos que me podía comprar en cualquier parte. Por supuesto, todo era producto de mi imaginación, que deseaba afirmar que los objetos son receptáculos fieles del temperamento de sus dueños y eso me hacía sentir plena y me daba fuerzas para permanecer al lado de Aki, quien se acostumbró a salir a la calle más seguido con su peluca y unos lentes oscuros como los que usan los mafiosos y algunos de los miembros jóvenes de la Agencia, corremos de un lado al otro, me aprieta, se pone a jugar con mi pelo y eso es algo que me vuelve loca de desesperación, me retuerce una mano cuando me pide algo o me da una orden y tengo la sensación de que me fracturará la muñeca, le gusta sentarme en sus piernas y hacerme beber cerveza, supongo que es porque le gusta cuando hago un gesto de asco y empiezo a toser antes de correr al baño a vomitar, pero en aquellos primeros días luego del descubrimiento del cuaderno yo soportaba todas estas cosas tan feas porque tenía una ilusión, tu sabes, un sueño que se alimenta de la realidad es algo muy poderoso, tanto que puede hacerte olvidar ese amargo momento en que lo creaste a partir de la nada porque de pronto te diste cuenta de que no tenías nada y que era necesario aceptar las cosas tal como vienen, como, por ejemplo, las carcajadas de Aki retumbando en mis oídos cuando aún tengo la cara dentro de la taza del excusado, tratando de recuperarme luego de devolver el pastelito de coco que papi me sirvió al mediodía. Cuando pasó eso me dio mucha tristeza, pensé en papito y en las historias lindas que me contó para entretenerme mientras me despabilaba y esperaba mi desayuno, me sentí muy mal y soñé con la posibilidad de que en un abrir y cerrar de ojos me transportaría de ese horrible lugar a los brazos de mi papá y eso me formó un nudo en la garganta. ¿Qué diría el gringuito?, ¿Se enojaría conmigo?, ni siquiera lo debo pensar, cuando Aki me lleva a una de esas tiendas llenas de aparadores con foquitos y una música que me vuelve sorda, siempre hay un momento terrible en que me tiemblan las piernas y los labios, porque se me hace que el gringuito puede estar ahí cerca, mirándonos de reojo, y por eso siento que me muero cada que Aki se arrepiente y decide regresar al centro comercial a ver otras tiendas justo en el instante en que ya nos estamos subiendo al auto; es tanta la presión que no puedo evitar preguntarme si estoy pagando alguna falta muy grave que no logro recordar o que vengo arrastrando desde vidas pasadas, pero es algo sobre lo que no me gusta meditar ni mucho menos escribir porque me lleno de miedo y Aki no me puede ver asustada porque entonces se imagina muchas cosas y se enoja conmigo y me manda a casa y yo me angustio porque pasan muchos días sin que me llame y no sé si es porque ya no me quiere y es momento de empezar a hablar.

(Quisiera un panecito de arroz y chocolate caliente, me gustaría una mañana nublada, con pajaritos felices celebrándola, desearía una galleta de vainilla, y a un lindo viejito para que me la regalara, me encantaría dormir en un futon con olor a papá, disfrutaría hasta el delirio, si algún día tuviese un sueño agradable, me alegraría ver a Aki sonriente, saludando a mi mamá, sería lindo estornudar y que nadie volteara a verme, encontraría maravillosa un planta, donde alguna vez hubo una baldosa, gritaría de felicidad, si pasara un día completo sin que el celular sonara, y tu te sorprenderías de mi mirada imperturbable).

Porque he aprendido a poner carita de circunstancia ante cualquier cosa, sin importar que los estímulos sean tan fuertes que en condiciones normales me provocarían un desmayo como el que sufrí cuando pasaron la noticia del gas sarin minutos después de que mamá y yo despedimos a papito en el tren subterráneo rumbo al trabajo. La semana antepasada un hombre despreciable azotó a su hijito frente a todos los transeúntes solo porque le estaba pidiendo en voz alta que lo llevara al parque y yo no cambié mi mueca de aburrimiento total, algo por lo que Aki me felicitó mucho, declarándose sorprendido por ese rasgo desconocido de mi carácter.

Me destroza, esto no puede dejar nada bueno, pero he de confesar que hasta cierto punto me tranquiliza saber que ha pasado la oportunidad de corregir el problema, papito dice que me amará por siempre sin importar nada más y por encima de todo, eso es una garantía, por eso me siento segura cuando estoy con Aki, se trata de algo que no me había imaginado, los colores y el decorado de su mundo son tan diferentes que yo nunca me habría sentido preparada para tolerarlos, pero él afirma que los detesta.

(Hermoso bebé, corazoncito: tú sabes cuánto te quiero y la manera en que te necesito, por eso existen personas que no te desean y que jamás, ni aunque se los pidiéramos por favor, podrían quererte. Pero no te preocupes, aquí están estos brazos, ansiosos por arrullarte, aquí está tu mamá, apretujada entre tiernas ensoñaciones y pesadillas tan reales como tú, tan pequeñito y tan suave como una nubecita; no sé qué más podría decirte. Ahora llena mi corazón la firme promesa de verte en el centro de mi almohada, en la caja de cereal, en la sonrisa de papito, en todos los días como este, dentro de los cajones de mi buró y en cada nota de mi disco de música suave para dormir, porque esa es la única vida a la que, muchos creerían, puedes aspirar, amor mío).

Un invento muy útil es el poke-beru o localizador, a mis compañeras de la escuela y a mí nos gusta usarlo para enviarnos mensajitos, lo primero que hacemos al levantarnos es desearnos “Buenos días”, y si por alguna razón no encontramos ningún mensaje no sentimos tristes y solas, es realmente inquietante, por eso, en el momento en que cruzo la puerta de la escuela corro a buscarlas para preguntarles si no me enviaron saludos porque están enojadas conmigo. Debo aprender que a veces las personas no se encuentran dispuestas a charlar durante muchos minutos, también tengo que comprender que la gente no me aceptará siempre una respuesta más larga que “Bien” cuando me preguntan cómo he estado. Aki es así, aunque ni siquiera suele preguntarme eso, gusta de ignorarme si le muestro curiosidad por las cosas que ha hecho en el fin de semana; eso es frustrante, no tanto como el hecho de que yo haya tenido que apagar mi localizador durante días enteros para que Aki no me atosigara con mil mensajes idénticos, pero al menos me basta para quedarme en mi cama abrazando a mi tortuga toda la tarde hasta que de pronto cierro los ojos y al segundo siguiente ya es de mañana. Eso siempre me alegra.

10 cosas que me ponen triste

1.-Los gatitos que arañan la puerta pidiendo comida.
2.-El programa radiofónico de fin de año que dura cuatro horas.
3.-Alguien que se prepara un poco de arroz a solas, a medianoche.
4.-Las bonitas calcomanías que tienen las esquinas despegadas y sucias.
5.-Las fotografías de personas perdidas en las cajas de jugo.
6.-Los niños chiquitos cuando tosen.
7.-Mi papi cerrando la puerta del cuarto de mamá.
8.-Las cintas de casete tiradas en la calle.
9.-Todas esas bellas personas con las que jamás voy a platicar.
10.- Las caricaturas viejas que transmiten por la madrugada.

Me gustaría que Aki pudiera ver mi botecito de basura en forma de pata de elefante y que sintiera las mismas cosas que yo siento cuando me pongo a mirarlo: desde que papi me lo compró me pareció peculiar, hipnótico, es el objeto más extraño que tengo en mi cuarto y me ha dado mucho material para redactar poemas, algunos cuentos y hasta para uno de los dibujos con los que recibía a mi papi cuando regresaba del trabajo, porque siento que representa un símbolo, una conexión con el resto del mundo, no sé si me estoy dando a entender, pero ya no importa.

(Todos los días pasan muchas cosas, cada día que amanece es un día histórico en potencia, y a mi me gusta salir a caminar y observar las cosas bonitas que nos podemos encontrar, pero a veces las sensaciones se trastornan, diferidas por el prisma de nuestra tormentosa circunstancia; entonces me agacho y empiezo a sollozar, pero las lágrimas no corren, sólo lo hace el gato que se esconde tras el arbusto, sólo lo hacen el grillito que huye de la luz y el conejito que trata de escapar del miedo y del terror; sin embargo, yo sigo aquí, intentando ser yo misma, intentando ser Sayuki, que es lo mismo que guardar las apariencias… por eso, cuando me ocurre algo que con nadie puedo compartir, quisiera dirigirme al cielo y preguntarle, con mi grito lanzado cual dentellada de neón: ¿hacia donde me gustaría ir?, ¿con quién debería hablar?, ¿qué le podría decir?).

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