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Apuntes en una servilleta

Difícil la poesía con estómago lleno
—pensar por qué la rosa es rosa
o si muda el perfume con su nombre—,
acechar la verdad, cuchillo en mano
es más que complicado después de un buen filete:
uno se siente humano, hermosamente humano
e incluso se perdona imaginar la sangre con antojo.

 

Se olvidan tantas penas luego de un plato humeante de fideos.

 

¿Qué metáfora humedece los labios
con la torva belleza de la uva?

 

Cierto es que las dos primeras ansias son el aire y la leche,
no ha de ser deleznable esa felicidad
del corazón que salta, se desborda, se hincha
ante el platón de frutas, tan cerca de la mano,
al centro de la mesa.

 

Será que la poesía, la verdadera, proviene de la carne
y tras la sazonada epifanía
sólo cabe el silencio.

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