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El ojo en pleno vuelo

Este verso, que leemos en la última sección del poemario Libelo de varia necrología, de Balam Rodrigo, sirve como punto de partida para asomarnos a una de sus características esenciales.

Libelo de varia necrología. Portada.

A partir de una toma de postura ante la imagen poética, ante los alcances de lo que, a partir de la palabra, es posible percibir con el ojo, ya sea como visión que se vuelve efímera o que logra quedar fijada en la memoria (permanencia o fugacidad de lo que se mira), se ahonda en la presencia de la muerte en tres espacios distintos, cada uno de ellos engrosando una imagen de ésta.

La palabra va del espesor, de la densidad necesaria para fijar los cimientos del espacio ante el ojo-lector, a la ligereza del canto lúdico, del neologismo preciso que extiende una nueva dimensión a lo aprehendido por la pupila.

En la primera sección, De Madame la loca y sus noches gáticas, se confecciona un espacio que se intuye a partir de la imagen-palabra del gato como una figura que transgrede el tiempo, una presencia que permanece, transversal, en el sueño, la noche, el cuerpo de Madame, y que roza, directa o indirectamente, cada una de las imágenes que configuran el territorio por donde asoma la muerte.

Allí, esa sola palabra se carga de sentido, se desdobla. Balam Rodrigo dota al poema de una fuerza magnética que soporta la proliferación de imágenes. A partir de un proceso de acumulación, se construye una poesía en la línea de aquélla que “hace explotar los signos en una simbolización virtualmente histérica.”[1] Consigue, como lo hace también un buen fotógrafo, perpetuar un espacio intemporal, pleno de significado, en el que la evidencia de lo que se mira (se percibe) es sólo la primera capa de la estructura, y en el que la imagen detenida ante la mirada deja de ser estática.

La ciudad es una presencia que traspasa sus dimensiones acotadas y que se convierte en un territorio activo en cada una de sus representaciones. Las calles se mueven, pierden su condición de espacio fijo, mientras se teje y desteje la locura de Madame. La materia móvil en la historia de la ciudad y sus aristas, se crea llenándola de propiedades sinestésicas: sonidos, texturas, la luz que se refracta y particulariza la esfera de la muerte. Así como la ciudad se vuelve un espacio móvil, la noche es una región física y tangible, para que los gatos caminen sobre ella, la hagan su casa: el espacio de tránsito que succiona hacia la muerte.

La locura es también una imagen que se fija, ahí donde la figura de Madame la loca se fusiona con los gatos en un acto de entendimiento sutil. “El más alto grado de lucidez es la locura”, expele la voz entre el sueño, el ajenjo, en la creación de ese otro dominio, el del delirio.

En la segunda parte, En de la lengua del cardo ya más muerto, el ojo vuela sobre una muerte cercana que se manifiesta en los elementos próximos al yo, en el paisaje, en la percepción de la realidad sensible. Balam crea una línea de tensión entre lo vivo y la muerte que irrumpe. Hace convivir en una misma superficie, sintetiza en una misma imagen, el tiempo de lo vivo y el de lo muerto, cada uno jalando el hilo hacia sí. En la imagen queda impreso el sello de la continuidad, sin que se perciba una ruptura violenta entre un lugar y otro.

En De los ebrios cazadores de luz, última sección, a partir de tomar la imagen fotográfica como materia explícita para la poesía, se anuncia una rebelión contra la muerte. Frente al cúmulo de imágenes fugaces que escapan a la pupila, a la mirada de lo inmediato, lo efímero, se contrapone la perpetuidad de la fotografía, el conjuro contra el tiempo, contra la muerte.

Josef Koudelka, a cuya obra se dedica esta sección, describía el proceso de crear imágenes: “Muchas de mis fotografías las hago sin mirar el objetivo, es como si no existiera la cámara y sólo mi cerebro y mis ojos quisieran plasmar la imagen que estoy apreciando, pero llega un momento en que sin darme cuenta mi dedo realiza el disparo”. Entre estos dos espacios fronterizos, el ver hacia adentro y hacia fuera, para volcar después lo mirado, se mueve Libelo de varia necrología. Balam Rodrigo extrae imágenes de una realidad interior, sin dejar de asirlas a sus sentidos exteriores. Asimismo, atrae hacia el interior lo que fue visible y debía ser conservado. “El ojo en pleno vuelo” ante la sustancia poética que permanece.

[1]Paul Zumthor, Introducción a la poesía oral, Madrid, Taurus, 1991, p. 12.

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