Toros de Queroseno (IV)
Has escrito de tantas razones
para tenderme un cajón usado
y a pesar de la fatiga empujo el insomnio
que pesa tanto como las memorias
Farsa glicerina y mecha
el desprecio
terraza apolillada de mis ojos secos
presiento el temporal del fin
ese caos que cuando amansa el polvo
atraviesa coordenadas
para rehabilitar la idea el deceso
Ha reaparecido el ahogo de seguir por tu camino
en esta mandíbula encabronada
fumarme mi propio oxigeno en dosis carentes
al mirar por la ventana inmóvil
de un atisbo que se filtra entre las horas
un cambio de muerte
anzuelos insumisos
cobijas que electrifican un futuro luminoso
Aún así está tu mano sádica y poeta
tu mano de silencios atravesando el gollete
fruto que se taja en cuartos
como yo
abatida y necia en un baúl de doble tensión
Casi llego al fin
gusano que se entierra de la mañana
el estío en los colores emerge abierto
y cobijamos las certezas
para tranquilizar un recuerdo
un portón que se aniebla y es leve su reojo
caemos en un duro mitigar de luz
tus anzuelos no dejan cerrar mis ojos tus letras
me quiebro las pestañas para no seguirte
me aprieto contra el sudor adormecido
pero nada quema
ni tu luz artificial
ni el tono costoso de un auricular que no me pertenece
ya no mitigo tu dulzura
voy al pantano mutilada
a voluntad propia y ojos acalambrados
Nos retorcemos de las mordeduras en los cabellos
después se nos mastica el miedo
costra sobre costra
ya no sientes mi dolor
solo me echas tendidos
que se vuelan con cualquier día en persecución
ambos ponemos de nuevo el dedo
y masticamos los cabellos
hasta quedarnos con las caries hartas
de orzuela en la niña pobre de un ojo manco
Y mi sangre rabiosa
te desdice en tan inagotable vela
que apatía
Ya no hay mucho en mi día
unas letras repartidas en trozos
para que alcance el pan bajo la hiedra
ganas de orinar razones por la mañana
de vez en cuando
violencia en la mirada
el rumor del silencio
en el alerón que sostiene la casa
y un ramillete de bosque para enanos
como un dulce incendio
cada que huelo mi muerte
Aún no he pensado dormir
pero si en bajarme a la muerte
herido entre la culpa blanca
entre los vellos espantados
que purgan la enlutada espera
He descrito nuestro epitafio
incluso olí el mármol
que no gastaría en la lapida de mis padres
porque tú mereces más que ellos
mi muerte primigenia
y un murmullo abandonado en una fosa común
En la otra esquina tendrás que ser tú
el de la fatiga encallada
carne tiesa entre las muelas
la carne cantautora de la alta espera
el escupitajo en el cántaro de mis manos
el nódulo contigo y su apareamiento
una bóveda sin tope me cruza las esquinas
ardiente alcohólica de los cuernos de queroseno
y yo en la nada de polillas
he dejado de sentir la muerte
que viene vaga
ante el humo de un tercer intento
Me buscas
fluyes
pero siempre me dejas
como el padre de mi padre
como mi padre
Sola