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tu vida puede escribir. salvar.

El día que abrí un libro, me lancé a un precipicio sin fondo. Para cuando me dí cuenta, ya estaba cayendo profundo e incluso rasgaba los bordes, pero sin encontrar el piso o algún impulso. Con el paso del tiempo aprendí a volar. Quise regresar al principio pero la búsqueda era inútil: nunca más seré el mismo que fui entonces.

Aquella vez que escribí un verso, primero la rima me atrajo con su resonancia. Luego descubrí sentidos en lo que yo mismo escribía. “¡Qué profundo!”, me dije; “¡Qué iluso!”, pienso ahora.

Escribí las efemérides para el lunes cívico. Algunas cartas de amor para musas adolescentes que nunca recibieron las misivas. Después, los sueños despistados de un rebelde literalmente sin causa. Qué versátil.

Incluso he utilizado las letras para transcurrir la embriaguez y decir que no soy quien soy, sino otro y, en el proceso, convertirme en alguien más. ¡Qué loco! Comencé a escribir y después a escribirme; ya vienen detrás las lecturas que me explican qué pretendo.

Así transcurrieron mis años. Escribí en papel, luego en computadora. Más tarde, los teléfonos inteligentes nos permitieron escribir en ellos nuestros pensamientos, a veces autocorrigiéndonos, cambiándole el sentido a nuestras barbaridades.

¡Qué bueno que la tecnología ahora me permite escribir lo que pienso tan sólo con pensarlo! Es grato que las ideas no estén mediadas por mis dedos o mi voz, (aparatos que deforman el sentido real de quién soy).

Ahora, si me permiten, guardaré silencio tras silencio tras silencio tras silencio tras silencio tras

 

Escrito para el happening ”Proyecto megáfono”, organizado por Alejandro Espinoza en el marco de la 13 Feria Internacional del Libro UABC. El original fue leído sobre el Blvd. Benito Juárez en un auto-megáfono el pasado viernes 23 de marzo.

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