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Lo ineludible en Eugenia Grandet y la rapaza de Bazán.

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Cargadoras de heno – Julien Dupré

Uno de los rasgos que más claramente diferenciaron a los realistas del movimiento romántico precedente, fue la inclusión de los elementos más sórdidos de la realidad, sin hacer reparo en aquella exaltación de la belleza, sino concentrándose en una descripción detallada de las cosas, las personas, los hechos como una reacción objetiva. Tales características son bien ejemplificadas en Eugenia Grandet de Balzac y el cuento Las medias rojas de Emilia Pardo Bazán, que hacen un retrato humano donde tanto Eugenia como la rapaza de Bazán a causa de esos objetos al parecer inamovibles de la realidad, se enfrentarán a un ineludible destino, muy al estilo de los griegos.

Eugenia Grandet, obra incluida dentro de la Comedia Humana, una de las empresas más impresionantes de la literatura, pudiera funcionar como vaso comunicante con el cuento Las medias rojas, escrito años después por la española Emilia Pardo Bazán. Ambos son reflejo de sociedades en un proceso de reconstrucción, producto de revoluciones, esto guardando las distancias prudentes entre las sociedades de Francia y España. En ellos encontramos el retrato de una sociedad que está aprendiendo a quitarse las ataduras de un feudalismo de antaño y es por eso que aparecen los títulos de “señor amo” o “señor Grandet”, que denotan las figuras de poder. Eugenia y la rapaza son manifiesto de una sociedad temerosa, hambrienta y un poco ingenua, que sueña con escapar, con la realización de una fantasía.

En la rapaza de Bazán, tenemos a una joven hermosa que entra en escena cargando un haz de leña, y no es azar que sea su belleza el recurso que ella más desee conservar intacto, ¿qué es lo tiene a la mano el pobre sino su propio cuerpo? ¿sus manos con las que trabaja y que le han hecho sobrevivir a largos años de explotación? Es esto lo primero que encontramos en la obra y se ve representado por la inocencia de la joven, que como clase oprimida, sueña con poder escapar del horror y del miedo al que le han sometido, y oprimido física y psicológicamente.

Eugenia Grandet, es una chica nacida en buena cuna, pero no muy distante de la rapaza ya que está sometida a las duras condiciones de vida impuestas por su padre. En la casa donde habita todo se raciona, se cuida cada céntimo y hasta la manteca que se ha utilizar en la cocina, está bajo llave en una alacena que es resguardada por una fiel celadora. Ella comenzará a soñar con el amor al llegar su primo Carlos, digno representante de la aristocracia parisina; pero así como la rapaza sólo tiene su belleza y ésta no le basta para lograr sus sueños de libertad, así el corazón de Eugenia, no será suficiente para ver consumado su sueño de amor.

Ambas mujeres, plenamente representan al género que hasta nuestros tiempos es blanco de los infortunios de la desigualdad, y donde las puertas hacia las ilusiones se encuentran cerradas. El desencanto es evidente, lo cual hace que ambas obras pongan en evidencia la corriente donde han sido enmarcadas. La historia es la misma, aunque para el caso de Eugenia Grandet, tengamos que recorrer varias páginas más, al final el tío Clodio, el tío Grandet representantes del poder aplastante, se encargarán de apagar las esperanzas, de sepultar los movimientos ingenuos de estas dos jóvenes.

Ambas sociedades se encuentran en un proceso de reconstrucción y en esta dinámica es seguro encontrar los ojos atentos a cualquier señal, cualquier indicador que nos traiga las buenas o las malas noticias. En el caso de la rapaza, son sus medias rojas las que ponen en escena su secreto: “…Como Ildara se inclinase para soplar y activar la llama, observó el viejo cosa más insólita: algo de color vivo, que emergía de las remendadas y encharcadas sayas de la moza… Una pierna robusta, aprisionada en una media roja, de algodón…” El padre enfurece y la acusa de gastarse el dinero en medias. En Eugenia Grandet, su buen corazón le hace entregar un pequeño tesoro en monedas a su primo Carlos, para que emprenda viaje hacia América; su padre descubre el hecho y enfurece sometiéndola al castigo: “… – Ni la veré ni le hablaré. Se quedará en su cuarto encerrada a pan y agua hasta que haya desagraviado su padre. ¡Qué diablos!, un jefe de familia debe saber a dónde va a parar el oro que sale de su casa…”. Es en el dinero donde está instalado el amor de estos hombres a sus hijas y por este amor son capaces de cometer las más grandes atrocidades.

Es común el uso de simbolismos en la literatura y en el caso de las medias rojas, no hay color que represente mejor el peligro al que está sometida la rapaza, que el rojo. Tal es el caso del cuento germano-magiar: Las zapatillas rojas, que fue conservado en el tiempo a través de la transmisión oral y luego retomado por Christian Andersen como cuento infantil. En esa historia una pobre huérfana es condenada a bailar con sus zapatos rojos, producto de una añoranza y deseo hambriento de su corazón, hasta que sus carnes cuelgan y queda convertida en una aparición Así que en el primer momento que el lector es conciente de que hay alguien que porta unas medias rojas, sabe que habrá una tragedia ineludible.

En el cuento de Bazán, encontramos los rasgos de la escuela de Zolá, ésta donde ciertos elementos del realismo son llevados a la exageración y los personajes lucen en su más desesperanzador atuendo. Las escenas que exponen los vicios y la decadencia humana, cimbran al lector y es inevitable que al final de las de letras, haya un dejo de horror. “Saltó del banco donde estaba escarranchado, y agarrando a su hija por los hombros, la zarandeó brutalmente arrojándola contra la pared […] Y con el cerrado puño hirió primero la cabeza, luego, el rostro, apartando las medrosas manecitas, de forma no alterada aún por el trabajo con que se escudaba Ildara, trémula…” Estos son los retratos bien aprendidos del maestro Zolá, cuyas imágenes de “puños cerrados” se desbordan en su obra la Bestia humana. Ésta nos ofrece una escena similar, con esos elementos fotográficos que pueblan sus novelas: “…Le asió la cabeza, se la golpeó contra la pata de la mesa. Se debatía ella, y entonces la arrastró por los cabellos a través de la pieza, golpeándola contra las sillas. Cada vez que la mujer hacía un esfuerzo para enderezarse, él la lanzaba a tierra de un puñetazo. Y todo aquello, sofocado, con los dientes apretados, con un encarnizamiento salvaje e imbécil…” Severina, la protagonista, no tiene mejor desenlace que Eugenia o la rapaza. Resulta inevitable. Aun con su hermosura y víctima de la misma, ella será condenada. Al igual que las anteriores, no concretará su fantasía.

Las historias realistas y naturalistas privan al lector, en el mayor de los casos, de los finales felices. Incluso en casos como Canción de Navidad de Dickens, y obedeciendo al espíritu crítico, habría que preguntarnos si es verosímil que el señor Scrooge se vuelva hombre bueno, que se convierta en la fantasía añorada de la clase baja, que está sometida a las nuevas condiciones que generó la revolución industrial. Bastaría con someter al escrutinio las palabras con que finaliza la obra, refiriéndose al cambio de Scrooge: “…Se convirtió en el amigo, amo y hombre más bueno que se conoció en la vieja y buena ciudad o en cualquier otra buena ciudad, pueblo o parroquia del bueno y viejo mundo…”. Podríamos alcanzar a atrapar en la reiterada “bondad” de la frase, un toque de ironía. ´

Es función de las obras realistas entregarnos esas fotografías que nos atemorizan y exponen al embate crudo de las palabras, las imágenes. Y para el caso particular de la mujer, Balzac lo deja claro: “…la mujer se queda quieta, cara a cara con su dolor, nada la detiene; desciende hasta el fondo del abismo, lo mide y a menudo lo colma con sus anhelos y sus lágrimas. Esto es lo que hacía Eugenia. De este modo se iniciaba en su destino. Sentir, amar, sufrir, sacrificarse, éste será siempre el texto de la vida femenina…” (qt. in pg. 103).

Así que en el texto realista/naturalista de la vida femenina, nos encontramos que no podrán escapar nuestras protagonistas. No importa su belleza, su dinero, incluso su astucia. Tristemente hay un destino que se impone y empeña en frustrar esas embarcaciones, las redes de protección, las empresas audaces donde ellas concretan sueños, encuentros extraños, lo sublime. En los relatos de esta corriente, encontraremos una y otra vez, este discurso de crueldad mezclado con inocencia; la ingenuidad de sus protagonistas que se lanzan a desactivar bombas de tiempo. Mujeres que acudirán puntuales al fin de sus empresas y que no serán recibidas en los barcos de la dicha, porque “… los que allá van, han de ir sanos, válidos, y las mujeres, con sus ojos alumbrando y su dentadura completa… ”*.

Referencias: Balzac, Honorato de (1996). Eugenia Grandet, México: Porrúa. Zolá, Emilio (1995). La bestia humana, México:Gernika. * Bazán Pardo, Emilia. Las medias rojas. (Última línea del cuento).

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