El libro electrónico como una buena anécdota
En las últimas décadas se ha suscitado una discusión en el entorno del libro (editoriales, autores, promotores y lectores) respecto al papel de éste dentro de la preservación de la cultura y el conocimiento humano y sobre si su contraparte electrónica habrá de orillarlo hacia la muerte o qué. Seguramente la misma discusión se tuvo siglos antes con la “invención” del libro mismo y su fragilidad: “¿Cómo vamos a confiar nuestros descubrimientos y cultura a pedazos de papel que pueden quemarse, mojarse o terminar como polvo al paso de los años?”. Fue así como alguien prefirió continuar escribiendo sobre las piedras, pues todo lo conservan. O esos suaves pergaminos que además tienen un aroma tan característico que aún disfrutamos. ¿O no?
La discusión existe. Es tema de congresos, foros, de libros mismos, de páginas web enteras, tuits al por mayor, artículos en revistas, pláticas entre amigos, soliloquios a media calle, etcétera. Y, al cabo de tanta saliva, tinta y bits corriendo, la discusión no siempre está al nivel de la realidad.
Vamos dejando claras algunas cosas:
Si partimos de la noción de entender al libro como obra contenida en papel, y no al papel, tinta y pegamento como el todo, avanzamos. Además del libro tradicional y versiones medianamente recientes (por ejemplo el audiolibro), pensemos en el libro electrónico como una experiencia digitalizada de la obra y, más allá, consideremos los aún pocos ejemplos de libro digital. Es decir, aquel con el que se interactúa realmente y que aprovecha multimedia e hipertextualidad para algo más que efectos de pasar página y demás reminiscencias. Aún falta, pero no tanto. Recomiendo leer a Rodríguez de las Heras.
El libro electrónico, ese archivo en formato digital, contenedor de texto e imágenes que permite su lectura en dispositivos específicos o en computadoras comunes, ha llegado para quedarse. Llegó para quedarse como se quedaron otras tecnologías antes y siguen vivas (leamos aquí: radio y televisión). Y seguirá vivo porque es una tecnología flexible y con posibilidades de desarrollo e innovación. Un buen ejemplo es Push Pop Press, una suerte de editorial que desarrolla libros como aplicaciones para iPhone/iPad en los cuales además del contenido en texto, la capacidad multimedia es explotada a través de fotos, audio, infografías interactivas, videos y mapas. Su primera obra: “Our choice” de Al Gore.
Otra cosa: la discusión no debe ser sobre si el Kindle de Amazon es la revolución, o si el iPad será el ganador inesperado. Esas son meras anécdotas en la discusión real. Si pensamos en ebook-readers la oferta es más amplia de lo que imaginamos. Famosos son también el Nook de la librería Barnes & Noble, de Sony su Portable Reader, además Kobo, iriver Story (quien recientemente sacó un dispositivo con acceso a Google Books), y demás derivados entre una lista extensa de compañías y dispositivos. Existe una amplia variedad en precios, capacidad, características de la pantalla (tinta electrónica, touchscreen, etc.), conectividad a internet, entre otras especificaciones técnicas. Me parece que estamos llegando al punto en que se encuentran los celulares inteligentes: las capacidades, características y aplicaciones entre diferentes compañías, modelos y plataformas están moviendo el mercado hacia un proceso de innovación acelerado, a la vez que se da una masificación y abaratamiento.
Los ebook readers, aún con la obsolescencia paulatina entre versiones, basan su valor en la interacción con el contenido –aquello que reconocemos como libro electrónico, pues– y no sólo en sus características técnicas. Será la capacidad estandarizada de un formato, principalmente .ePub, y el alcance de este para jugar con el contenido lo que provocará el atractivo del libro electrónico y sus dispositivos para un mercado mayor. Claro, primero lo usual: la masificación, el abaratamiento, la facilidad de consulta y demás. ¿Una razón más importante aún? La cantidad de libros ya disponibles en estos formatos. Project Gutenberg, por ejemplo, maneja un catálogo de más de 36,000 libros electrónicos gratuitos en diversos idiomas, incluido el español.
Más allá de los mitos que sobre el libro electrónico circundan (basta una búsqueda en google para apagar temores), las ventajas básicas del mismo lo convierten en una opción indudablemente valiosa. Vaya, comprar un ebook reader no nos hará dejar los libros de papel abandonados a su suerte sobre los estantes. Y si así fuera ¿acaso eso importa?
En un sondeo express con usuarios de ebook readers se puede constatar que, más allá de una visión romántica entre lector y objeto (de aquellos que leemos el aroma, rugosidad y peso de un bloque entintado de papel revolución), son razones más simples las que los guían: desde la capacidad de cargar con toda la biblioteca en un dispositivo de 200 grs., la accesibilidad a libros que en papel tardarán años en llegar a la librería de la esquina, la economía y practicidad, entre otras. Al final, la diferencia estriba no en una conceptualización sobre el libro y la lectura, esa es labor editorial y académica, sino en el interés de facilitar(se) la vida, para todo tipo de lectores: desde los lectores voraces, hasta quienes aprovechan de pretexto al dispositivo para renovar una práctica olvidada.
Ahora, corramos todos a comprarnos un aparatejo de estos para leer sobre una pantalla. O al menos, si quieren, visiten la biblioteca más cercana o el librero empolvado de la casa, tomen un ejemplar, sin miedo. No importa qué, dónde o cómo (eso son anécdotas, insisto). Lean.
La discusión real es, entonces, por qué leemos.
Actualización:
Apenas publico esto y me entero que Michael Hart, fundador de Project Gutemberg y creador de lo que hoy conocemos como ebook, murió el pasado 6 de septiembre. Más información en: RIP Project Gutenberg founder Michael Hart.