David Carradine
-How do I look?
-You look ready.
Kill Bill Vol. 2
Usted se encuentra sentado en una banca en un parque, o en un andén subterráneo de cualquier ciudad, o en el pórtico de una casa que le dicen es suya. Usted se encuentra sentado y de golpe entiende que nadie muere de años. Usted revisa sus manos y repasa, en ese teatro que es la memoria, cada cicatriz. Y así entiende, de golpe, que nadie muere por cúmulo de tiempo. Usted no quiere recordar, ni repasar su vida con imágenes selladas en cada parpadeo. Ya ha comprendido que no morirá bajo las plantas sedientas de Cronos en ese paso austero y preciso que es el andar de los instantes. Dos mil doscientos setenta millones quinientos noventa y dos mil segundos, treinta y siete millones ochocientos cuarenta y tres mil doscientos minutos, seiscientos treinta mil setecientas veinte horas, veintiséis mil doscientos ochenta días, setenta y dos años, ¿y todo para qué?
Usted se desliza sin querer a la recapitulación de su vida. Recuerda su cuna premeditada, inmersa en la obviedad que le condicionaba un objetivo; sus juventudes cíclicas dedicadas a la definición y a la redefinición y a la redefinición de algo que no es usted; su ingenua anidación en eso que llaman la vida en plenitud, la llegada a esa meta que se desdibuja y se deslava como cualquier tinta precaria; el llanto que terminó por ahogarle la credulidad, los huesos que se le trozaron en ese jaloneo de la costumbre y la rutina y el desamparo de lo auténtico; finalmente, el abandono de usted mismo. Y nada de eso, nada en el contenido de esos años, lo ha matado ni lo matará, usted lo sabe. Sabe que nadie muere de años.
Usted se encuentra sentado y se da cuenta de que las personas mueren porque viven la vida, pero la que usted vivió no era la suya. Usted desdeña esa teoría de que se muere un poco a cada respiro. Usted no, no señor. Usted no ha estado muriendo con dignidad, sino que ha estado viviendo erróneamente. Usted es un impostor y la gente más noble, pero también la más perversa o estúpida, le ha llamado actor. Usted ha estado actuando esta vida que no es la suya. Se encuentra sentado al borde de una cama de algún cuarto de hotel y entiende que el telón no le va a caer encima con los años.
Usted se encuentra sentado, ahora se pone de pie y se acerca a la ventana que da al centro de Bangkok en ese cuarto de hotel, observa la calle durante setenta y dos segundos. Desenreda los lazos de las cortinas y las deja caer para que no entre la luz, o al menos eso se dice a sí mismo. Usted se encuentra sentado de nuevo, mira fijamente las cortinas y piensa en todos los telones que han caído entre aplausos, mientras sus manos, con cicatrices que no quiere recordar, anudan despacio uno a uno los lazos de las cortinas. Usted se pone de pie porque sabe que de años no ha de morir.
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