Escritores frente a un mar violento
Es la boca donde el río termina para enfrentar al mar. El sol amenaza con largarse como todos los días. Los pescadores se adentran entre las olas embravecidas. Cada uno carga su red; algunos sólo una línea de nylon terminada en anzuelo. En la madrugada salieron a pescar lo que se vendería durante el día en las palapas para turistas. Luego trabajaron como albañiles o meseros. Ahora buscan arrancarle al mar los frutos que llevarán a su casa para cenar. Sus mujeres, sus hijos, sus padres, dependen de ellos. No hay lugar para florituras ni especulaciones.
Pero la tarde no pinta bien.
Desde una elevación justo en el doblez que forman el río y la costa, armado con un vaso de tequila, unos Lucky Strike sin filtro, y una pluma garabateando sobre un cuaderno humedecido, trato de bosquejar esta lucha de todos los días. Hombre contra naturaleza en busca de sustento. Una lucha verdadera, olvidada, ninguneada, sofocada por montones de luchas falsas.
En este libro tenemos a un puñado de escritores haciendo lo propio, arrancándole pedazos a la vida.
Esta colección es un homenaje a Bukowski. Y sabemos que los detractores de este autor afirman que su literatura se reduce a la fórmula “alcohol, sexo y peladeces”. Pero si esto fuera cierto, ¿por qué los escritos aquí compilados no se parecen a los del viejo indecente?
Pongamos un ejemplo de Christian Chavero:
“…eran cerca de las doce de la noche, esperó al último metro en vano, se dio cuenta a las doce y media, no tenía dinero, así que corrió por las vías. En alguna estación un policía lo detuvo, le preguntó qué hacía corriendo por los túneles, él quería llegar a la estación Oceanía, pero estaba corriendo en sentido contrario”.
Una pregunta más a fondo, ¿por qué los textos antologados no se parecen entre ellos? “Sería de ti” de Carlos Camaleón y “Nudos corredizos” de Paulina Pérez Santaella no se asemejan, incluso reduciéndolos a la supuesta “fórmula” bukowskiana.
¿Pero por qué ninguno se parece?
Muy sencillo, porque aquello que en primera instancia da vida a la literatura no es la fórmula, sino la persona. Un caso cercano puede ser el de John Fante y el mismo Bukowski. Formalmente no se parecen casi en nada. Como personas tal vez sí.
Heinrich Karl Bukowski persiguió, a su modo, lo mismo que los artistas románticos, la exacerbación del yo. Pero no fue nada ingenuo. Cuando encontró que el yo no daba para más que la autopromoción de su persona, entonces creó un alter ego: Henry Chinaski. Y esto fue curioso, porque Heinrich era el nombre que lo ligaba a su padre, Heinrich Bukowski, lo mismo que a su pasado alemán. Heinrich fue el nombre que él se negó como persona al elegir su firma como autor: Charles (Karl) Bukowski. A Henry Chinaski le pasó la maldición de su pasado.
Así, Bukowski no era Chinaski.
Chinaski era creación de Bukowski.
Aquí es donde radica el otro corazón de la literatura. No en la fórmula, ni en la mera forma, ni siquiera en el retrato de la persona, sino en la creación de vida. El crear seres compuestos de palabras que, sin embargo, nos resultan tan cercanos como la gente que nos rodea.
En la poesía sucede algo similar. Juan Hacecas la compara con el deporte de la marcha y con otras cosas:
“He pensado que la poesía es como la caminata […]
La poesía no canta, pero tampoco habla. La poesía marcha.
Un poema no puede acelerar a la velocidad de una canción porque entonces deja de ser poema. Tampoco puede bajar su ritmo para ser hablado, porque entonces que chingue su madre el que lo escribió. Que se ponga a escribir cuentos.
Un poema se marcha. Marcha
marcha
marcha.”
Adrián Gallardo, por su parte, intenta descifrar a las mujeres:
“Hay madres y hay putas, diosas y prostitutas, hay hijas y hermanas, hay peste bajo las sábanas, hay heridas de guerra que duelen cuando hace frío y quemaduras ardientes que estallan al orinar”.
Y en otro poema escribe:
“Era joven, casi una niña, pero era tan descarada que podía ruborizar a la luna, olía a sexo y agua de mar, su vestido negro era tan fino que parecía tejido en telarañas”.
Aunque Bukowski prefirió que sus reflexiones estuvieran amalgamadas en su narrativa y su poesía, este libro añade ensayos que despojan al género de las pretensiones seudocientíficas que lo atan al dato y la comprobación, para devolverle su cualidad exploratoria, de husmeo. Por allí, Luis Pardo arremete contra las causas y manifestaciones de la influenza porcina:
“Desde esta pequeña oficina miro a los ciudadanos pasar con la expresividad de un caballo y un rectángulo de tela azul en la cara, que más bien indica su disposición a seguir instrucciones que un genuino deseo de sobrevivir”.
Las citas podrían seguir y serían injustas con los demás autores. Por eso queda el libro, que siempre será más importante que su prólogo.
La tarde no pinta bien. Pero los pescadores, como los escritores, le arrancarán algo al mar, algo que llevar a casa, mientras el sol, como doblón de oro, cae en la eterna alcancía del horizonte.
[Prólogo al libro: Bukowski, un homenaje a 15 años de su muerte. Antología. El Under Ediciones. México DF, 2009. Contacto: elunderediciones@hotmail.com y www.elunderediciones.tk]
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