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Apología

Orador

Cuando el último científico terminó su exposición todos en el auditorio aplaudieron, incluso algunos telespectadores lo hicieron también, más de uno soltó un suspiro de alivio y otros tantos, irónicamente, dieron gracias a Dios.

Por fin, después de meses de incansable investigación, cada una de las manifestaciones del fin de los tiempos fueron respondidas, racionalmente, con los más adecuados rigores metodológicos apegándose siempre al inobjetable método científico. Cada una de las señales: desde aquel primer escalofriante estruendo de siete trompetas hasta el agua transmutada en sangre; desde los cuatro jinetes hasta la resurrección de los muertos; todas fueron explicadas por la irrespetuosa ciencia moderna. Salvo la profecía del carismático anticristo, esa fue resuelta por la democracia y el voto popular, que no le otorgaron la reelección y lo mandaron al olvido político después del escándalo con la prostituta de Babilonia.

A partir de ese día la gente que seguía asustada regresó a su vida diaria, a su trabajo y actividades de costumbre, no sin un poco de vergüenza, claro está. Las primeras semanas no pudieron levantar la cabeza; cuando alguien los veía y les decía “te lo dije”, no quedaba de otra más que voltear para el suelo y soportar toda clase de burlas, comentarios mordaces y sermones sobre ser racional. Ciertamente el mundo había cambiado pero no tardaría mucho en volver a la normalidad; la gente tiene muy poca memoria y ese sentimiento de segunda oportunidad, de renacimiento y esperanza humanista seguramente se diluiría con el paso de los años. 365 días después, el evento se convertirá en uno de esos programas especiales que se transmiten cada año en las noticias y canales de televisión por cable, quizá se adaptará para una película de Hollywood cuando el buen gusto lo permita o el morbo no lo resista más.

Recordamos que cuando el nuevo Cristo apareció fue todo un acontecimiento, habló en las más altas tribunas de todos los países, se entrevistó con todos los líderes mundiales y cómo olvidar su sermón en Nueva York dentro de la asamblea de las Naciones Unidas, o cuando visitó el Vaticano y amenazó con destruir la Basílica de San Pedro y reconstruirla en tres días. La gente se reunía por miles para verlo o escucharlo, las Cortes Celestiales estábamos llenas de esperanza. Eso fue durante los primeros meses, ayer regresó de donde vino y nadie fue a despedirlo. Se fue pobre, bueno, santo, con su cara de confusión por no terminar de entender lo que había pasado, ¿qué no le habían dicho que regresaría a la Tierra para reinar durante mil años? ¿Qué salió mal? Padre ¿por qué lo abandonaste? Perdónenlo, humanos, nunca supo lo que hacía, con ese pensamiento regresaría el Hijo de Dios a los Cielos.

Tampoco se puede considerar como un total fracaso para las religiones monoteístas en general, pues gracias a lo sucedido ni el más nihilista de los escépticos podría defender el ateísmo, no con una prueba tan contundente de la existencia de Dios como lo fue su misma aparición, ahora todos creían en Él porque lo habían visto e incluso hasta los hombres sin fe se hicieron creyentes. El último misterio, el más importante, había sido revelado: Dios existe. ¿Y ahora qué? Ahora nada, todos conocían a Dios, sólo que importaba menos de lo que se esperaba.

No era la época adecuada para regresar a mostrarse, ese fue el que consideramos, sus más cercanos colaboradores, el principal error, tuvo su oportunidad en la Edad Media, hasta en la Ilustración habría funcionado, pero en estos tiempos ya no, la gente tiene mejores cosas qué hacer que andarse preocupando por el fin del mundo, además de que a medida que aumenta el conocimiento es más difícil impresionar a las personas. ¿Que el agua se volvió sangre? ¡Fregado! Córrele a la tienda a comprar un galón… ¿Que ya no hay? Bueno, sírveme algo de jugo por lo menos.

La verdad es que Dios jamás tuvo poder alguno sobre los seres humanos, la Libertad fue el mayor regalo que se les pudo dar junto con la manzana desde luego, que es la que los hizo tan grandes, como dioses, pero eso no fue sino consecuencia de la Libertad otorgada, obsequio que de haber sabido lo que provocaría se hubiera pensado dos veces antes de concedérseles.

Por eso, cuando el último científico terminó su exposición, Dios maldijo una vez más a la serpiente, que murmuró en tono de reproche: “lo único que quise fue ayudarlos”.

Y así lo hizo. Los enseñó a decidir y a discernir. Es un hecho que Dios sabe, la serpiente presume y el hombre aun no comprende.

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