Hombres sin rostro
“México lindo y querido si muero lejos de tíiiiii”… así sonaba aquella vieja poesía inmortalizada en música folklórica, despertando cierta melancolía, tristeza y, sobre todo, la nostalgia de haber dejado atrás, muy atrás, aquellos pueblos tan pintados de colores alegres, tan tapizados de viejas tradiciones y costumbres ancestrales, aunque se agrandaba aún más la pesadumbre en aquellos seres sin rostro, sin identidad borrados por miles de kilómetros asfálticos, cuando cada uno recordaba con tierno cariño las sonrisas de sus hijos e hijas, los besos tiernos y amorosos de sus esposas y…uno que otro hasta el recuerdo de las caricias fugaces de la amante.
Sin embargo, todo ha sido devorado por el profundo abismo de la distancia, se ha borrado cualquier especie de vínculo comunicativo desde hace una docena de días recién transcurridos; la desesperación, la angustia y la incertidumbre empiezan a cobrar vida dentro de las almas de aquellos hombres aventureros que buscaban el paraíso y la fortuna en la tierra de George Washington, los Estados Unidos, o mejor pronunciado, los Bastardos Unidos.
Los hombres sin rostro se encontraban ocultos dentro de una fría e incómoda cámara de transportación de carga de no más ni menos de 9 metros de altura, 15 metros de largo y 3 metros de ancho, por mala fortuna la carga que en esa ocasión la compañía C.A.C.A. (Compañía de Carnes y Asociados) transportaban cientos de cuerpos inanimados de corderos y buey colgados por puntas de acero que mostraban las vísceras color púrpura y los ojos desorbitados de las bestias, escenas que encajaban perfectamente para una película de terror, pero era mucho mayor el terror y la preocupación de ser descubiertos en su intento de querer cruzar la frontera entre el país mexicano y el país de los Estados Unidos, y perder todo el dinero ahorrado a base de esfuerzo y coraje….. perderlo tan sólo en unos instantes, en tan sólo unos segundos.
-Todos se encontraban perfectamente ocultos en medio de la oscuridad, recuerdo muy bien que en todo el ambiente y a toda dirección se respiraba aguda melancolía, recuerdo muy bien que en toda la cortina espesa de oscuridad, alcanzaba a percibir pequeños rayos tenues de luz, producidos por verdaderas lágrimas de dolor y sufrimiento, ¡jamás lo voy a olvidar!-
Noches y días enteros pasaban y el sol ni la luna vislumbraban con sus luces los cabellos de los seres sin rostro, pero a pesar de toda la marea del sufrimiento se encontraba en cada uno de los corazones, un bello y poderoso anhelo poético, que era alcanzar el sueño americano, emprender un viaje hacia la gloria del éxito monetario y un mejor bienestar laboral y personal que nunca brindo la tierra de las tranzas y las corrupciones sin justicia.
En ocasiones el frío era tan intenso que calaba hondo, tan hondo en la epidermis que la espina dorsal se coartaba en pedazos. De repente se siente un golpe intempestivo, producido por el freno de aquel Titanic rodante, las cajas que se encontraban meticulosamente ordenadas las unas por encima de las otras, pierden su fisonomía cayendo como una gran avalancha de nieve salvaje, las diez personas que viajaban a hurtadillas caen sin recibir una herida de gravedad a excepción de pequeños rasguños que sufrieron unos individuos en brazos y otros en piernas, pero no paso a mayores.
-Desde hace miles de kilómetros y de días transcurridos ninguna palabra se habían dirigido las personas ocultas, aunque el primero en quebrantar el terrible silencio fue un joven de aproximadamente veinticinco años de edad, originario de Guatemala, preguntando de manera apenas perceptible si todos se encontraban bien, con lo cual la mayoría de las personas respondieron afirmativamente, excepto una mujer originaria de Chiapas, quien creo que se encontraba verdaderamente asustada, aunque recuerdo bien que se escuchaban sus sollozos pero trataba de que nadie se diera cuenta de ello, y en verdad tenía razón en ponerse a llorar; también yo estaba terriblemente asustado, sentía una sensación tan extraña correr por mi alma y mi cuerpo, que me daba escalofrío, sentía que todo era horripilantemente tan desconocido para mí, y yo era desconocido para ese todo que me hacía sentir en la garganta un nudo que atormentaba mi respiración, pero aún más a los latidos de mi corazón. En verdad fue una sensación muy extraña.
-Minutos de pasar el terrible colapso, el chofer del tractocamión o como le llaman en la frontera “el trailer”, salió y bajó de su cámara de conducción y se dirigió a la cámara de carga, debido a que todos estábamos atentos y a la expectativa del más mínimo ruido que se diera en el mundo exterior, minutos antes de que partiera el tractocamión de la ciudad de Chiapas y antes de que subiera a ese gigantesco auto de enormes llantas, tuve la oportunidad de observar al chofer: era un chaparro, gordito, con acento del Distrito Federal, un hombre sumamente grosero con expresiones que insultaban a todas nuestras personas, un hombre de total vulgaridad, pero fue el único que nos brindó comida y abrigos mientras estuviéramos de recorrido, aunque el copiloto que venía de refuerzo y apoyo era una persona mucho más respetuosa, el chofer dio un puñetazo a las láminas que formaban parte de la cámara y mencionó con voz fuerte y desesperada que a unos cuántos metros más se encontraba un retén de la guardia Nacional, nos pidió a todos que guardáramos silencio y que si en dado caso los soldados fueran a abrir las puertas que no asomáramos por ningún motivo nuestras narices por que todo habría sido en vano.
-Me imagino que todos sentimos una profunda desesperación y rezamos a nuestra santa virgencita y a nuestro Dios, amo de la tierra, del cielo y de todo el universo que nos dieran su santa bendición para salir libres ante este aprieto, ¡sí!, ¡sí! en mi corazón sentía que iban a pasar las cosas de manera positiva y que el milagro se iba a conseguir, pero nomás me acordaba del dinero que había entregado a esos… señores ratas que se encuentran en la política para disfrazar sus tranzas y me duele hasta el último centavo que había entregado en las manos de esos pinches transeros de mierda que se aprovechan de las necesidades de uno… era todo el patrimonio de mi familia…. de mis hijos.
-El chofer pronunció que si en dado caso fuéramos descubiertos no mencionáramos ninguna palabra sobre a quién o quiénes habíamos entregado dinero para que nos transportaran hacia el cruce de la frontera de los Estados Unidos, debido a que ellos mismos se encargarían de darnos cuello a todos sin importar edades ni sexo, además recuerdo que con palabras muy amenazantes mencionó que en diferentes procuradurías policiales tenían nexos con personas que laboraban en las mismas corporaciones, con lo cuál me sentí aún mas sorprendido y confundido, debido a que no tenía a nadie que reclamarle si perdía mi dinero, ¡me la estaba jugando grueso!-
Repentinamente el chofer se subió a la cámara de conducción y dio arranque al inmenso castillo rodante.
-¡El sudor corría por mi rostro de manera exagerada, no podía contener los nervios correr por mi cuerpo!, ¡sentía que mi alma temblaba de un verdadero temor!, pronto agarre con toda mi fuerza mi crucifijo de oro y lo empuñe con toda mi fuerza hasta no poder sentir mi brazo izquierdo y con el brazo derecho aproveché en bendecir a mi persona y a mis demás acompañantes para salir airosos de esta terrible situación, los latidos de mi corazón incrementaron cada vez más al sentir que nos acercábamos al retén, la respiración se hacia lenta, ¡ya pronto veremos nuestra suerte correr!-
El paso a la Frontera
El tractocamión, el único vehículo de carga que cruzaba la carretera de San Luis Río Colorado, Sonora, a la capital de Baja California (Mexicali), en la fría madrugada del jueves 24 de Enero de 1997, se hacía acompañar de nueve vehículos particulares formados para ser atendidos por parte de los soldados vestidos con sus peculiares uniformes y chamarras verdes que se hallaban pendientes en la vigilancia del retén carretero, el tractocamión ocupaba el octavo lugar, los soldados pidieron al chofer a través de curiosos movimientos con las manos y a través de señas que transportará el trailer fuera de la fila para poder estacionarlo en un lugar donde no hiciera estorbo a los demás conductores, además de que el motivo por parte de los soldados era inspeccionarlo y revisarlo con lujo de detalle sin presión alguna. El chofer y el copiloto sintieron un nerviosismo peculiar y tragaron saliva para tomar valor, aunque el chofer tenía el conocimiento de que si en dado caso descubrían el plan, no tendría ningún problema en salir de la cárcel en menos de lo que canta un gallo, aunque no pensaba de la misma forma de su compañero.
Las llantas del tractocamión viraron hacia el lado izquierdo de la fila y se dirigió hacia una gigantesca carpa que servía para cubrirse de las inclemencias del frío por parte de los soldados. Ya estacionado el trailer, el chofer le pide al copiloto que guarde compostura y se sienta como si nada hubiera sucedido, además de que se mantuviera dentro de la cámara de conducción para evitar llamar la atención de los soldados.
El chofer baja con papeles en mano, son los permisos de la empresa para transportar la carga, además de la licencia de conducción, y sobre todo lo más importante tres billetes de quinientos nuevos pesos por si los soldados llegan a ponerse un poco pesados.
Cuatro soldados con cuerno de chivo en mano se perfilan a dirigirse hacia la dirección donde se encuentra el tractocamión, por mala fortuna para ellos se deja venir un aguacero con lo cuál apresuran el paso, al momento de llegar al lugar donde se encontraba ubicado el tractocamión, el chofer saluda de mano a a cada uno de los soldados:
-¡Hola, sí, que hace frío por estas tierras!-Y uno de los soldados responde con tono un tanto cortante:
-¡Sí!, estas pinches tierras están bien locas, aquí cuando de verdad hace calor sí que hace calor y cuando hace frío se le congela a uno hasta el… alma, oiga-Otro de los soldados se dirige al chofer de manera más amistosa:
-¡Y…. ¿usted de donde viene señor?!-
-Pues venimos desde muy lejos jefe…. Venimos mi compañero y yo desde el Sur del país, de la hermosa tierra de Chiapas.-Le contesta el chofer.
El mismo soldado responde de manera sorpresiva:
-¡A poco, fíjese que yo soy de Chiapas!
-¡Ah, qué bien señor!-Respondía el chofer de una forma casi despreocupada sobre el origen del soldado, que al parecer era el supervisor de los demás compañeros vigilantes del retén. El soldado rápidamente cambio el tono de su voz para mandar a tres de los soldados a que se hicieran cargo de brindar el paso a los demás autos que se encontraban formando fila para esperar el turno de la susodicha revisión; siguiendo la vieja costumbre y el mismo hábito de todos los días y todas las noches; el soldado de complexión delgada y estatura mediana, pide de manera fría y automática los papeles del tractocamión, la licencia de manejo y pide que se abra la cámara de carga para realizar la rutina diaria de echar un vistazo hacia la carga y comprobar que todo funcione conforme a la ley.
Ya abiertas las puertas del tractocamión, el soldado asoma su cabeza auxiliándose de una lámpara de mano para observar las cajas que se encontraban en el interior del tractocamión, súbitamente las personas sin rostro sienten correr un paroxismo de terror inyectado desde la visión del contorno de la figura del soldado de complexión delgada y estatura media.
-¡Fueron los 5 minutos más eternos que nunca jamás había experimentado!, ¡sentía que los músculos de mi rostro temblaban sin cesar!, ¡sentía que los nervios rasgaban la esencia de mi ser!, nunca antes un mortal me había atemorizado tanto.
El soldado se encontraba tan agotado por la jornada laboral de 10 horas continúas que prefirió dar un vistazo sencillo y sin rigor, que cerró las puertas de grueso aluminio con un simple trancazo, sin preocuparle no cumplir con la responsabilidad de su labor, el soldado revisa la licencia de conducción y los papeles de la compañía con una calma total, aparentando como si realizara su trabajo, aunque de repente le surge una duda:
-Oiga, y… ¿qué significan las letras C.A.C.A.?!
-¡Pues!, son las iniciales que abrevian el nombre de la compañía señor, que en este caso es la Compañía de Carnes y Asociados- Expresaba el chofer, con aires
de grandeza, pues sentía que el anzuelo estaba resultando a la perfección, y el pescado poco a poco, caía bajo el dominio de la destreza del hábil chofer.
-¿Hacia donde se dirige señor?- cuestionaba el soldado.
-¡Pues!…. Primero vamos pa; la ciudad de Mexicali, y pue’ tenemos pensado mi compañero y yo echarnos una turisteada a Tijuana, pa¨ ver si ligamos a unas bellas gringuitas, a ver si nos aflojan la carne, a este par de molachos.
Tanto el soldado como el chofer sueltan sendas carcajadotas que originan que tanto los demás guardias como los conductores los volteen a ver.
-¡Ah, pues, parecía que si se conocieran por años, estos canijos, maldito chofer hasta suerte tiene el sinvergüenza!
El soldado, después de fingir que dedica un buen vistazo a todos los papeles se
los entrega inmediatamente al chofer, quien desde su interior sentía una inmensa felicidad porque todo resultaba a la perfección, además, que los tres billetes de quinientos nuevos pesos se quedaban en sus propias manos para festejar en grande el triunfo que estaba obteniendo con de su destreza para mentir, por la que ahora comprarían cerveza y mujeres para pasar un buen rato en la bella ciudad de Mexicali, que era el destino final de los hombres sin rostro.
Transcurridos los 30 minutos en la susodicha revisión, el soldado le dice al chofer que se pueden retirar y proseguir su camino.
-Al escuchar las palabras del soldado sentí un verdadero alivio, las fuerzas cobraban su laurel dentro de mí, la respiración agitada desapareció por instantes mágicos, la oscuridad de repente se torno en colores brillantes y alegres, el crucifijo que tenía en mis manos lo besé hasta agotar mis labios…
La llegada a Mexicali (El cruce a la frontera de la muerte).
Por fin, casi dos semanas de viaje el tractocamión llega al destino final de los hombres sin rostro, por fin, la marea con sus olas gigantescas de sacrificios empezaba a amainar, aunque fuera por unos momentos, tan solo por unos diminutos instantes debido a que faltaba un evento que marcaría el destino de aquellos hombres que dejaron atrás sus respectivas familias por esforzarse para alcanzar sueños, oportunidades y metas de mejorar la calidad de vida que el país mexicano no pudo brindar a cada uno de los hombres sin rostro y de igual forma a miles de familias que pasaban bajo la misma situación.
-Por fin volví a sentir que era un ser humano, y no un animal.
El chofer estaciono el tractocamión en la entrada de un hotel de tercera, llamado “La posada de Pancho” y furiosamente se dirigió para abrir las inmensas puertas de la cámara de carga, al momento de abrir las puertas, el chofer apresuró a que bajaran de inmediato cada una de las personas que se encontraban en el interior de la cámara.
La mayoría de las personas sin rostro mostraron su gratitud con llantos por haber
llegado con vida a su destino, por haber tenido el suficiente valor de viajar en pésimas condiciones hasta la capital de Baja California.
Mientras bajaba cada una de las personas, el chofer miraba atónito las caras de agonía, de cansancio y de sufrimiento que marco el transcurso del camino, era tan evidente el reflejo de dolor en aquellos individuos que el chofer sintió un vacío en la boca del estomago y les invitó a que pasaran a dos habitaciones que se ubicaban en la planta baja del hotelucho, ubicado en el centro de la ciudad, con la intención de que descansarán por lo menos dos días continuos debido a que el martirio apenas iniciaría para esos desdichados aventureros, sin que tuvieran la menor idea de lo que sucedería mas adelante.
El chofer y el copiloto condujeron a las personas al interior de las habitaciones que previamente habían sido reservadas por dos sujetos malencarados ante el mismísimo dueño del hotel, quien era cómplice y conocedor de los movimientos del tráfico de personas e incluso con los negocios del tráfico de drogas.
Ya en el interior de las habitaciones, las personas empezaron a distribuirse el modesto espacio donde cada uno descansaría por lo menos en el lapso de dos días con sus noches; las habitaciones eran sencillas y de dimensiones similares, que constaban de dos pequeños cuartos con una cama matrimonial, una salita y un baño: verdaderas suites de lujo para estos ingratos que en el trayecto habían sufrido la ingratitud de la incomodidad que les impidió conciliar el sueño.
El chofer y el copiloto se retiran de las habitaciones para comprar suficiente comida para fortalecer a los hombres sin rostro que se encontraban totalmente desfigurados por la agonía del cansancio.
-Los dos días que estuvimos en el hotel fueron placenteros para todos nosotros, debido a que pudimos guardar reposo, pero a la vez era un poco molesto compartir con cinco personas totalmente desconocidas un pedazo tan diminuto como eran las habitaciones aquellas, las cuáles se impregnaban de diferentes aromatizantes pestilentes, pero lo más vergonzoso era compartir el baño.
El tercer día.
En el transcurso del tercer día por la mañana, los hombres sin rostro en el interior de sus habitaciones empezaron a sentir cierta desesperación por desconocer la situación tanto del chofer como del copiloto, a tal grado que iniciaron pleitos y discusiones entre ellos. La desesperación incrementaba cada vez más con el paso de las manecillas del reloj.
Al anochecer, aproximadamente las 12:15 A.M., un hombre cubierto con ropaje oscuro toco las puertas de las dos habitaciones, les avisó a los desdichados huéspedes que se verían dentro de una hora en el parque que se encontraba ubicado precisamente enfrente del hotel. Al instante todos se pusieron de pie, pues tenían el conocimiento de que era el momento esperado para cruzar el muro fronterizo.
Reunidos todos en el parque recién entrada la madrugada esperaban con nerviosismo las indicaciones de las personas contratadas para realizar el cruce. Tan sólo unos minutos después de la hora acordada llegaron tres tipos de apariencia sospechosa, se acercaron a los hombres sin rostro y les ordenaron que pusieran atención a lo que se iba a decir.
-¡Acérquense por favor, no tenemos mucho tiempo!
-Bien, Ramón explícales a los señores en que va a consistir el siguiente paso.
-Sí, miren señores, tenemos todo listo para cruzar hacia Estados Unidos, lo que vamos a hacer es que tendremos que caminar a través del desierto, para ello contamos con suficiente cantidad de agua para aguantar el clima, además de que tenemos reservas suficientes con la comida, miren, el paso por el desierto es muy duro así, que piensen en lo que van a hacer, pero si se llegan a arrepentir el dinero no se les puede devolver.
-¿Y por qué no, pinches rateros?
-Pues, porque ya hemos gastado mucho en ustedes, además de que les estamos haciendo un favor para que consigan otro trabajo mucho mejor pagado, ¿no lo creen así?
De repente, la única mujer que se encontraba en medio de la reunión clandestina, dijo en un tono desconcertante:
-Ya basta señores, ya quiero que termine esto de una vez, si estos señores que acaban de llegar saben el camino no tenemos que preocuparnos en nada.
-¡Sí!, tiene razón la señora.-Exclamaba un hombre sin rostro, llamado Salomón.
Y a otro de los hombres sin rostro llamado José, no muy satisfecho con lo que
Escuchaba, le surgía una duda:
-Pero… si en dado caso nos llegara a suceder algo, ¿ustedes, informarían a nuestras familias?…
Uno de los encargados del plan ilegal:
-Por supuesto que sí… no hay nada que temer, tenemos esa obligación con
ustedes y así tiene que ser…
-¿Tienen alguna última pregunta o duda que quieran aclarar, señores?-Inquirió el contratador.
Todos los hombres sin rostro se observaban los unos a los otros sin que ninguna palabra saliera de sus bocas, con lo cuál, al parecer se encontraban de acuerdo con lo que habían escuchado por parte de las personas contratadas para cruzar hacia el país de los billetes verdes, el país de los sueños y las maravillas.
-Entonces si no tienen dudas, lo que haremos será lo siguiente: todos subiremos en aquélla camioneta que se encuentra en la esquina, lo haremos de dos en dos para no levantar sospechas, ¿entendido?
Todos afirmaban solamente con la cabeza.
-Muy bien, viajaremos hacia el desierto para cruzar hacia los Estados Unidos.
El hombre observa su reloj para verificar la hora:
-En una hora estaremos al lugar indicado, un camino que muy pocas personas conocen, ¿están todos listos?, suba primero usted y usted…
Ya que todos se encontraban a bordo de la camioneta, uno de los conductores se dirigió hacia las afueras de la ciudad de Mexicali, el cual tenía la misión de llegar hasta el Cerro del Centinela.
Eran las 3:00 A.M. y la oscuridad era una cortina tan negra que no cabía la duda de que todo pasaría desapercibido, en un par de segundos la camioneta viró sus llantas hacia un terreno completamente repleto de espesa arena dejando a un lado la carretera, el propósito era dirigirse lo más cerca que se pudiese al inmenso cerro del Centinela, que ofrecía el escondite perfecto para cometer el cruce hacia la tierra prometida por las deidades. La silueta de la camioneta iba perdiendo forma a cada metro que recorría, adentrándose cada vez más en el terreno rara vez explorado.
En momento casi repentino, el conductor detuvo la marcha del automóvil justamente por detrás de un árbol que creció en medio del desierto, pidió a todos que estuvieran muy atentos a cada instrucción que externará el guía, que era un experto conocedor del territorio y que sobre todo tenía la habilidad de ubicarse sin la ayuda de alguna brújula en el camino correcto para el cruce hacia los Estados Unidos.
Todos bajaron de la camioneta dando estirones tanto de la espalda como de las piernas y brazos, cada uno de los viajeros tomó sus pocas pertinencias que traían consigo en sus respectivas mochilas y morrales que cargaban en las espaldas fatigadas producto del viaje de no más de una hora.
Tanto el conductor de la camioneta como los dos guías de la peregrinación iniciaron con una breve explicación sobre ciertos consejos que deben seguirse al pie de la
letra por parte de los viajeros aventureros.
-¡Esa madrugada el frío era insoportable, ni las chamarras ni las cobijas tenían la suficiente capacidad para cubrir nuestros cuerpos delirantes y temblorosos por las frías ráfagas de viento.
-Por fin, nos encontrábamos cara a cara con nuestro destino, con nuestro futuro, el cuál irradiaba una incertidumbre completa. Por fin conoceremos el sufrimiento en carne propia. Dios, apiádate de nosotros, Virgen María, apiádate de nosotros, ruego e imploro a mis hijos su bendición.
Ya que las instrucciones fueron mencionadas por parte de los guías, el conductor
simplemente subió a la camioneta y se despidió con un gesto de respeto, alzando su brazo izquierdo, despidiéndose de toda la multitud, la cual observaba con fijeza los desplazamientos de la camioneta en la penumbra que reinaba en aquellos momentos, hubo un minuto de silencio que se apodero del interior de todos, no existían palabras para confesar y representar el temor.
-De repente la camioneta se esfumo, desapareció en segundos. Ahí, estábamos todos… parados en un terreno abandonado y solitario, con un completo silencio que se apoderaba de nuestros oídos y por eso era ensordecedor.
-Recuerdo que caminábamos con linternas que nos habían proporcionado los guías, llevábamos casi tres horas de recorrido, sin descanso alguno y en cuestión de minutos los guías se esfumaron, salieron corriendo dejándonos abandonados en un lugar desconocido para nosotros.
-Se vienen recuerdos muy vivos a mi mente… cuando la imagen de tristeza nos invadía a nuestras conciencias; estábamos desesperados, arrepentidos de haber
abandonado nuestras tierras, nuestras familias, nuestros hijos, nuestros pobres hijos. Seguíamos caminando, sin agua, sin fuerza alguna, con nuestros sueños quebrantados, estábamos hartos del silencio cuando de repente se escucharon ruidos provenientes del cielo, todos volteamos espantados y temerosos hacia arriba y un helicóptero que se encontraba justo encima de nuestras cabezas, apuntando nuestros cuerpos con una inmensa lámpara, se escuchaba una voz, la cuál no entendíamos lo que nos decía. El miedo volvió a nuestros cuerpos y quedamos congelados, cuando poco a poco el helicóptero descendía al suelo donde pisábamos, todos corrimos para ocultarnos donde fuera posible, el grupo se separó, y dentro del helicóptero venían varias personas con armas en mano, era todo un grupo especializado que nos detuvo a todos; los gringos que se encargaban de vigilar la frontera, nos dieron una buena golpiza, nos golpearon con sus macanas, nos esposaron y nos arrastraban con el avance del helicóptero, a pesar de nuestros lamentos hacían caso omiso a todo, nos patearon en nuestro cuerpo, en nuestras caras, nos pusieron de pie y uno a uno nos fueron matando con sus armas, al estilo Pancho Villa, como ellos decían con su pinche acento, presencié las muertes de cada uno de mis compañeros, con lágrimas en mi cara, simplemente recordé la última imagen de mis hijos, de mi esposa, hasta que uno de los gringos me golpeó en mi cabeza con su arma… fui el único que sobrevivió a esta tragedia, pero no puedo hablar, no puedo abrir ojos, no puedo mirar, parpadear, mover mi cuerpo… no puedo denunciar esta atrocidad, este delito… solo puedo vivir con mis pensamientos, estoy en este hospital y ni siquiera supe como llegué hasta aquí, ni siquiera le han informado a mi familia donde estoy, tan sólo me dijeron los malditos gringos que me asaltaron unos bandidos! Soy un hombre sin rostro más. En la radio se escucha en la voz del poeta: “Mexicali… Mexicali, tierra bendita que vives bajo el cobijo del sol. Eres suelo fértil, ¡oh! dulce campo de trigales y algodón. Bajo el orgullo de las manos del campesino y el labrador, madre mía, eres fiel esperanza para todo corazón.