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Santa Maguana Motel y la Tijuana canonizada

Santa Maguana Motel

El presente texto es el ensayo que preparé para la presentación de Editorial Chuparrosa y Santa Maguana Motel en la UABC el pasado Lunes 25 de Agosto. Si bien no se trata de una reseña a fondo, da una idea de lo que representa el poemario. Por el momento sólo es adquirible en Tijuana (o por encargo). Estamos trabajando en la distribución para rolarlo y esperamos que para mediados de Septiembre ya se encuentre en todas las librerías de por estos lados del mundo.

Como breve background (ahondaré en esto en un post más adelante), Editorial Chuparrosa es un proyecto que acaba de ver la luz gracias al apoyo de la UABC y el director de la Escuela de Humanidades (Tijuana) Ramón Mundo Muñoz. Una editorial que busca la difusión de las voces jóvenes de la región (sin limitarse sólo a esto) y que pretende darle resonancia a esta generación naciente que, por su misma juventud, no deja de encontrar trabas y dificultades. Santa Maguana Motel es el primer libro publicado, de Luis Alfredo Gastélum.

Bueno, aquí el ensayito:

Resulta complicado y arriesgado etiquetar una obra fresca, recién impresa, apenas desempaquetada de la imprenta; resulta más complicado aún cuando su autor se encuentra en esa misma posición y la obra en cuestión es su debut; y, todavía más complicado, resulta hacerlo cuando se es amigo íntimo del autor. Por esto de etiquetar no me estoy refiriendo a enmarcar o encuadrar la obra, sino, más bien, a definirla desde dos perspectivas que no se encuentran desligadas en momento alguno: crítica y analítica. El hacerlo es, por supuesto y en todo momento, una actividad subjetiva, pues en ella se vierten tanto los gustos propios como los disgustos y la interpretación, así como todo conocimiento literario y extraliterario aplicado a las cuestiones estilísticas.

Con respecto a las interpretaciones no estaría de más especificar que en todo momento son válidas, aún cuando rompen con lo que un discurso “pretendía” exponer. Desliguemos todo texto de su autor, que carece de relevancia una vez que aquél se ha enunciado, y definámoslo por lo que “nos dice” a nosotros y siempre habrá diferencias aunque también concordancias. No porque un reconocido crítico o el autor mismo diga que un verso refleja a la luna menguante necesariamente lo hace para todos. Y es que la subjetividad entra en juego con todos sus saberes para descifrar contenidos encriptados: no todos somos parte del mismo colectivo intelectual.

Así, pues, decidí deslindarme lo más posible de mi relación personal con Luis Alfredo Gastélum y leer Santa Maguana Motel como si se tratara de lo que es: el primer libro de un autor novel, sin un solo adjetivo, para, de esa manera, en la subjetividad de mi interpretación crítica no incluir suavidades ni juicios ciegos. La verdad no me costó tanto trabajo hacerlo y es fácil leerlo y olvidarse de que uno lo conoce. Admito que en la poesía de Luis no encuentro mucho de lo que conozco de él por fuera: es como si él no lo escribiera; si acaso, se delata en algunas referencias, en algunos tópicos, en algunas palabras que sé que le gustan o en versos que me dice que está escribiendo, pero nada más. Si reconozco el estilo de Luis es porque lo he leído y no porque vierta a su ser superficial en su escritura, como le pasa a muchos.

Tiene, por supuesto, cosas que no me gustan, que no son lo que me agrada, pero es en cuestión de preferencias que lo digo y no en cuestión literaria, y son detalles que no valen la pena ahondar pues carecen de cualquier rigor y relevancia al hablar de su libro, son detalles para decirle en la siguiente fiesta o con un café y unos cigarros. Pero en vez de seguir adentrándome en esta cuestión, mejor pasaré directamente a la que nos importa, que es en sí el libro, el material de lectura, el poemario que en realidad es tres poemarios, (aclaro) según yo.

No voy a ser el primero en decir que la poesía de Luis tiene mucho de imaginista, esa vanguardia angloamericana que enaltece a la imagen, pero lo haré de cualquier forma. Y es que es cierto que en Santa Maguana Motel hay imágenes sobre imágenes al lado de imágenes y detrás de imágenes; una completa, en algunos poemas, representación actual y viva del Método Ideográmico de Ezra Pound que, como en la formación de los caracteres chinos, tiene la función de plasmar una realidad abstracta por medio de una serie de imágenes concretas superpuestas. Pero, ya si llamar o no neo-imaginista a la poesía de Luis, o al menos la de este libro, no me queda muy claro y, honestamente no me atrevería a hacerlo. ¿Por qué? Porque, si bien podría decir que es un paso evolutivo de esa estética de las vanguardias de principios del siglo XX, es decir, que se encuentra en la línea sucesora del Imaginismo, también lo está en la línea sucesora del surrealismo (en veces), del objetivismo (en otras veces), del impresionismo y hasta del preciosismo, sólo por decir algunos ismos arbitrariamente. En otras palabras, la estética de Luis me parece un toque personalísimo, forjado de sus diversas lecturas y gustos, que deriva del Imaginismo como rama más fuerte, pero que incluye tantas ramificaciones (incluso las que se oponen al Imaginismo) que me resulta complicado ponerle una etíqueta. En lo que no fallo, sin duda, es en decir que existe una marca distintiva que, a pesar de las evidentes influencias, de la pluralidad de voces que es Luis, lo vuelven único en su poesía. Y es que su formación como poeta se hace evidente aún en su notable juventud, pues hasta las líneas poéticas que no sigue están presentes en su misma exclusión, sin pasar, jamás, por el collage inmaduro y la imitación sinsentido de estilos, con voz propia y segura.

Existen, en Santa Maguana Motel, diferentes ritmos, diferentes estructuras, que a veces se suavizan como en los versos de “El río” que dicen, aliterando el rumor del agua en su cauce:

“obstáculo, piedra entre siseo de sierpes
recibo la sortija del invierno
fabricado por las caras frías.”

, o que se cortan y ensamblan como bloques en una construcción, con el cemento en puntos que rompen el verso en palabras, presente en “Mujer impostergable”, cuando dice:

Confecciona. Su. Rutina. A. Largo. Plazo.

, y en otras ocasiones la superposición de imágenes que forman una imagen más compleja como en los versos de “Mi casa”:

“No crecen presencias
bajo techo, mi suela en zigzag
preña lo inmóvil,
soy ropero, cama de agua,
lámpara con moscas muertas.”

Saliendo un poco de la cuestión estilística y entrando en la temática, encuentro que Santa Maguana Motel no habla de amor ni el Centro ni la fiesta ni el narco ni Tijuana como tradicionalmente se aborda. Carece de muchos lugarcomunes que ya se han convertido en el estilo colectivo clásico de la región. Carece, también, del aura de misticismo sacralizador o decadencia apocalíptica, que resultan tan pedantes ya a estas alturas, al menos para mi gusto. La ironía radica en el nombre, en la representación canonizada de una mujer que es tantas leyendas, tantos mitos, y que se desconoce realmente: una mujer que, como Tijuana, acaricia ya las barbas de la muerte y se deleita con el paso de los transeúntes tan acostumbrados a pensar que no existe. Me sorprendió que la voz poética de Santa Maguana Motel me representara tan bien lo que he vivido aquí, porque de aquí se habla, y reviviera tantas imágenes personales, tantas emociones propias de mi ciudad, muchas que incluso he vivido con Luis y Moncho, sobre todo. Me sorprendió porque, a pesar de todo, no pensé que abordar el eje temático de tal manera, y de una manera personal para Luis, me pudiera evocar a mí lo mío. He ahí lo que, personalmente, me ha impactado: esa capacidad de recreación que de sí mismo sale afuera y se implanta y me dice a mí, como lector, algo que tal vez a él mismo no le dijo, ni le dirá a nadie más.

Pero para qué tanta palabrería, si quien sabrá hablar mejor por la obra será la obra misma, pues es la poesía la que debe hablar por ella y no las voces de otros, que no saben más que clausurar con prosaicidad lo que no es prosaico. El último juicio, el que realmente importa sobre Santa Maguana Motel, será el de los lectores y no el mío, como el jovial e impetuoso crítico inexperto que soy.

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