La ciencia de querer y ser querido…
No. No se trata de un descubrimiento especial que permitirá hallar y retener al hombre/mujer de nuestras vidas. Pero bien que podría servir.
Hace unos meses me encontré en Chile con un buen amigo colombiano, de nombre Joaquín, quien iba de paso a Santiago, aprovechando un par de días libres. Fuimos a recorrer librerías de viejo. El tenía una misión (qué digo misión, ¡obsesión!) específica con Borges, pero entremedio de la búsqueda se quedó, además, con algunos facsímiles raros que encontró. Recuerdo uno en partícular, Apología del asno, bastante simpático, en donde la voz cantante, según las primeras líneas que logré leer, la llevaba un esperto en asnos. Joaquín, subido en una sillita para alcanzar la parte más alta de la estantería, me iba pasando los ejemplares que cazaba y yo los hojeaba. Uno de esos ejemplares me llamó poderosamente la atención. Lo primero que hice fue soltar una carcajada, a la que siguieron más, mientras leía párrafos aislados. Y Joaquín, al escuchar mis carcajadas y sospechando que el libro me sería de alguna utilidad, me lo obsequió. Bueno, y también porque él es un divino, aunque un regalo así, definitivamente, hay que entenderlo con humor y cariño, porque… ¿qué te quieren decir cuando te regalan un manual de urbanidad y buenas maneras?.
El libro se titula La ciencia de querer y ser querido en la sociedad, por cortesía, por respeto y por amor. Aunque es más conocida y más fácil de reconocer, por el nombre de El nuevo galateo. Su autor es un italiano llamado Melchor Gioja del cual, lo único que sé, es que recibió, en junio de 1797, y con la venia de Napoleón Bonaparte, el primer premio en un concurso sobre la mejor forma de organizar un estado en Italia(¿?).
En este libro, El Nuevo Galateo, Gioja expone a manera instructivo, un completísimo mapa del comportamiento ideal en la sociedad. Hay cosas sobre las que se expresa de forma muy simpática, con una cierta picardía que hace muy chistosa la lectura. Pero otros párrafos son de una actualidad pavorosa, si tenemos en cuenta que el libro fue escrito el 1875, aproximadamente. Como sus capítulos no se tienen que leer precisamente en orden, he ido tomando algunos al azar y vean, por ejemplo, este párrafo, sobre la mala educación que es ostentar, en el párrafo titulado Descrédito por actos civiles. Y lean lo que nos dice Gioja:
“El general esfuerzo para ostentar riquezas, es quizá la fuente más copiosa de repetidas ridiculeces. Frecuentemente se ven grandes salones y pequeños hogares; lacayos engalanados y platos mezquinos; tazas de porcelana y café de achicoria; numerosos comenzales y criados hambrientos; finísimos encages y camisas de estopa; casas de recreo y deudas de toda especie, generosidad con las mugerzuelas y cuestiones empeñadas por valores insignificantes, etc.”
Está claro que aquí Gioja se está haciendo eco de la realidad social de su época, y refleja claramente sus condiciones. Pero visto a la luz de este siglo, al parecer, no se hace tanta diferencia.
Y hay otras fórmulas más rebuscadas, como el capítulo en donde se refiere a los actos molestos a la ajena memoria. Aquí Gioja interpreta como de mala educación, atraer o provocar en quienes nos acompañan, malos recuerdos de épocas que no fueron tan buenas. Entonces utiliza un delicioso ejemplo de cortesía y diplomacia, extraído de la Eneida. Dido recibió con gentileza y amabilidad a los troyanos y a Eneas, elogiándolos y recordándoles su noble origen y su gran valentía. Pero eso sí, no exageremos. Si hay algún personaje que se merezca tener unos cuantos malos recuerdos, es cuestión de refrescarle la memoria, y entonces Gioja se vale de un ejemplo, ya no literario, sino histórico:
“El precepto de evitar producir recuerdos dolorosos en el ánimo de los demás no debe estenderse hasta el estremo de servir de defensa a los malvados. Cuando Enrique III, rey de Francia, cedió a la tentación de sentarse en el trono de Polonia, que los polacos le ofrecieron, tuvo que atravesar muchos países protestantes que no habían olvidado la mortandad de sus hermanos acaecida en París, en la famosa jornada de San Bartolomé. El elector Palatino recibió a Enrique en una galería donde aquella jornada estaba figurada con las circunstancias más horrendas. El rey de Polonia echó sobre ello una ojeada y el elector le dijo: ¿Habéis conocido a esos personajes? El rey tuvo que responder afirmativamente. ¡Ah!, prosiguió Federico, esos infelices tan bárbaramente degollados en París, eran hombres de bien, y sus asesinos almas pérfidas y malvadas. Fue corta la conversación y Enrique se retiró lo más pronto posible.”
Y así como estos, Gioja hay más capítulos muy ingeniosos, por sus guiños a la realidad de su época, valiéndose de las sutilezas de la literatura, o de la historia. Pero más allá de lo curioso, y por chistoso que parezca, Gioja toca una fibrita sensible: y es que en verdad hacemos muchas más piruetas en esto de la ciencia de ser queridos, nos agraden o no.
Nota: quiero aprovechar este primer post, para agredecer al equipo coordinador de Literaturalibre, por permitirme hacer parte de su grupo de autores.
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