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Luz del Carmen y su “Casa abandonada”

Cuando uno tiene la grata oportunidad de conocer a una persona sumamente comprometida con la disciplina constante de crear y transformar su propio arte como estilo de vida, es en potencia el ejemplo a seguir para muchos de nosotros. Es una fortuna espiritual que aún en estos tiempos donde la escasez de creatividad en diversas esferas que gobiernan la vida cotidiana de los individuos se torna cada vez mayor, pero se vuelve a reiterar que aún en estos tiempos de melancolía caótica y desastre permanente, la artista figura como principal mediador para brindarnos desde su perspectiva la paz interior que todos deseamos encontrar, que todos anhelamos llegar a conocer y  la artista a través de su perspectiva inyecta vías de entusiasmo para saciar nuestras posibilidades de incrementar nuestra calidad de vida.

Alguna vez, en su momento, la artista me cuestionó: ¿El humano podrá ser más humano?, ¿el humano podrá entender algún día que la sensibilidad de compartir la empatía no lo convierte en un mediocre?, sin embargo, mis palabras no fueron pronunciadas por que ella misma había resuelto el acertijo. Através del arte como ella lo ha manifestado en diversas ocasiones podremos alcanzar lo que nunca hemos imaginado.

Una persona de tan sólo 16 años se hace acreedora de una mente indomable en el sentido de su madurez intelectual, su fijación a la serenidad de las cuestiones filosóficas y del acercamiento a la duda más no a la respuesta inmediata. Una joven que ha experimentado en carne propia el distanciamiento del ser y el comportamiento ingrato del individuo, sin embargo no ha sido limitante para brillar como una luciérnaga en este mundo de tinieblas y egoísmo, y… que con su propia luz ha marchitado hasta la más fúnebre sombra del abismo.

Su nombre Luz del Carmen León Wido, una joven nacida en la ciudad de Mexicali (Baja California, México) que nos habla con su corazón con una voz tierna y cándida sobre el mundo, sobre la vida, sobre el romance, sobre la cultura, sobre el pensamiento humano. Humano es el pensar, como lo explicaría ella, pero aún quedan relegadas la vista y el tacto superficial con que la mayoría de nosotros tendemos a reprochar con los prejuicios de aniquilar a la primera mosca que pase frente a nosotros. El aprendizaje de Luz nos deja claro que para la vista la del corazón, que para el tacto la de las entrañas y el sentimiento (el buen sentimiento).

Una joven que nos canta (y me refiero a cantar no solamente con sus versos poéticos ni narrativos) con su música sobre lo que siente y palpa. Una joven talento que ha experimentado a su tierna edad una inmensa trayectoría de éxitos por su calidad humana y artística. Una joven que se encuentra trazando, a través de su esfuerzo y de su talento un camino a la trascendencia y el reconocimiento de las nuevas generaciones. Aunque eso es vanal, como diría ella, el mejor y más grande reconocimiento es el cariño de su gente, de sus padres, de sus amigos, de sus maestros.

Luz del Carmen, es una joven ejemplo para todos nosotros, y me refiero a su ferviente coraje por sobrevivir en un mundo de incomprensiones constantes, ¿el mundo es tan ciego?, ¿el mundo es tan frío?, a Luz del Carmen nada ni nadie la podrá detener, no existe limitantes para ella. ¿A cuántos de nosotros nos ha dolido la vida, y nos hemos dejado caer?, ¿Tienes el coraje de volver a levantarte?, creéme que esa joven fuera la primera en señalarnos a través de su sabiduría en como salir del laberinto.

Literatura Libre se complace en abrir un espacio a las nuevas generaciones de talento como Luz del Carmen. Las nuevas generaciones que con su propia voz y letra nos hablan sobre lo que sienten. Un reconocimiento total a la escritora novel, a la poeta, a la cantante, a la compositora, a la instrumentista, a la estudiante, a la persona. Un reconocimiento digno a Luz del Carmen.

El siguiente cuento es la prueba del talento de Luz del Carmen.

LA CASA ABANDONADA.

Por: Luz del Carmen León Wido.

“Nota: Esta historia y algunas ubicaciones no son verídicas”.

Más o menos en 1965 me contó una señora que en la colonia libertad, donde vivíamos, estaba una casa abandonada, exactamente escondidita adentro del panteón y  el que intentaba entrar salía con los pelos de punta y a punto de desmayarse. A la mañana siguiente que me contaron la historia, llegué a la escuela y ya estaban mis amigas: Lluvia, Micaela, Rosa, a quien le llamábamos la profe porque nos ayudaba todo el tiempo con las cosas que no entendíamos en la escuela, Laura, a quien le decíamos la bruja por como tenía el pelo y Sofía, a quien le decíamos la Chofis.

¿Qué onda Claudia? Me saludó la Lluvia. No, pos aquí nomás, ¿Y ustedes? Dije pensativa. Pos la neta bien aburrida, contestó la bruja. Es que tuve qué leer libros bien oldis para la clase de historia. Chale, contestó la profe. ¿Todavía no le entiendes? ¡Qué la fregada! Ya van varias veces que te explico esto… pero bueno… ¿le entendiste por fin con esos libros? Pues mira… Dijo la bruja. Chécale nomás. Le dio el cuaderno. Horinita vengo. Dijo la Micaela. Voy a ver qué onda con mi tarea de Historia. Yo te acompaño. Dijo la Chofis.

Después de un rato, cuando toda la clica estaba reunida, les conté la historia de la casa abandonada. ¿Pero qué tal si esa historia no es real? Preguntó la profe. Pues no sé, contesté. Esa doñita me dijo que el que entraba, salía muerto de miedo… ahí si que no sé nadita de nada. Bueno, tengo una idea. Dijo la Lluvia: A ver, ¿Qué jais? Preguntó la bruja: ¿Qué tal si nos vemos en el cantón de la Claudia, a las 8 de la noche después de hacer la tarea, y de ahí, nos vamos pa la casa embrujada? Dijo la Lluvia con voz decidida. ¿Qué? ¿Estás loca? Le dijo la Chofis. ¿No escuchaste lo que dijo la Clau? Al rato vas a tener pesadillas o no la cuentas… Ah caray, dijo la Micaela. Se me hace que lo que dijo esa señora es puro cuento.

Esa noche, la Lluvia, la profe, la bruja, la Chofis y la Micaela me fueron a buscar pa que las acompañara a esa casa, a ver si era cierto lo que se contaba de ella. Pasamos por el car wash, y por un chorro de cuadras hasta llegar al meritito panteón. Cruzandito la barda, vimos ahí nomás una cosa bien extraña. Lueguito que miramos pa todos lados, en una de esas descubrimos una puerta.

¡Vamos a entrar! Dijo la terca de la Lluvia. Chale… yo no voy, capaz que se me aparece un fantasma, o una bruja peor que esta, dijo la Profe mirando a la Bruja, mientras esta apretaba la mano de la profe. Par de miedosas, contestó la Micaela. De por si yo ya estaba muerta de miedo nomás de escuchar la historia y digo que no se me hace buena idea que entremos, contesté. ¿Otra más? Preguntó la Lluvia. ¡No seas collona! De veras. ¿Ya vas a empezar con tus cosas? Preguntó la Bruja bien enojada. ¿Pa qué chinteguas dije nada? Pregunté toda asustada. Ya calmerón la pelea, dijo la Chofis. No va a entrar nadie, no hay bronca. Me tuve qué empinar una botella de agua que traía pa calmarme los nervios. Bueno pues, entremos, pero la primera que tenga miedo, nos salimos. ¿Sale? Ya no se preocupen, yo las voy a cuidar. Dijo la profe. Bueno. Dijimos todas y entramos rápido.

Pa no hacerles más largo el cuento, cuando entramos nos asustamos un poco al principio. La casa estaba bien oldi, parecía que tenía como 100 años. Lo más padre fue descubrir un cofre escondido en un closet de uno de los cuartos de la casa. Parecía que alguien nos estaba dando la bienvenida porque había un montón de luces encendidas y estaba bien decorado todo. Fue muy curioso cuando aparecían de repente nuestros nombres en una cartulina pegada a la puerta principal de la casa, y el mío primero que todos.

¡En la torre! ¿Qué pues con estos fantasmitas? Preguntó la profe toda extrañada. Pos la neta que no entiendo nada. Dijo la Bruja. Yo menos. Contestó la Chofis mientras miraba un letrero en el cofre que decía: “Han encontrado por fin el tesoro de esta casa. Seguramente nadie les dijo que la persona que encontrara el cofre es dueña de todo lo que guarda dentro. Esa eres tú, Claudia”. ¿Qué? Exclamó la Lluvia dirigiéndose a mí: ¿Pero cómo saben tu nombre? Sepa la bola: Respondí abriendo el cofre. ¡Híjole! ¿Ya ves? Y eso que estabas muerta de miedo antes de entrar. Dijo la Micaela. Todas nos reímos. Volví a leer el letrero y decía que podía compartir con mis amigas lo que estaba dentro del cofrecito. Llegamos a mi cantón y le contamos a mi mamá lo que nos había pasado. Repartimos lo que estaba en el cofre y nos despedimos, lo escondí en mi cuarto y me fui a dormir después de darle algo de dinero a mi mamá. Así se acaban nuestros problemas, me dijo sonriendo y dándome un beso.

Días después, me volví a encontrar a la señora que me contó la historia y le dije todo lo que me había pasado. Puras tonterías, contestó la señora. ¡Neta que es cierto! Contesté mientras le enseñaba una pulserita que había encontrado en el cofre. ¿Lo ve? Además, en ese cofre decía mi nombre, con eso de que yo fui la primera que lo vi… Pues te aventuraste, querida. Dijo la señora. Nos despedimos y yo me fui de volada pa mi cantón bien feliz de la vida. Esto nunca lo voy a olvidar.

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