Las palabras son diminutas migajas
que se esparcen en campos y montañas del olvido.
La poesía…La transfiguración del espíritu en metáfora.
Proyectura concedida al néctar de los ensueños.
El lenguaje aclama ser poseído en la magnitud de los bordes desérticos.
Esferas…

El diluir en la mira de espasmos.
Ojerosas rocas en silencio permanecen transmutadas.
Goteras que humedecen aposentos transparentes.
La finitud de lo infinito.

La canción de la desesperanza se aproxima,
el clarividente, el poeta-lagarto insaciable
desnuda el rumbo de la ley del tiempo.

¿La ley del tiempo es la gravitación de la vejez?
Tendido el grano de la escritura,
el enemigo espía los agujeros de la piel.
Frágiles intrascendencias.

Es ahí donde el paso se convierte en lentas vocales pronunciadas.
Donde la posibilidad se conecta con la aberración de la locura.
A tientas conectamos la planta de los pies en hojas inmóviles,
donde blancos dementes se colocan los dardos de la ceguez.

BLANCOS DE MENTES, DAR DOS.