Monólogos desquiciados
Pretender palpar la luna con el borde de los labios.
Halagar la cordura del silencio.
Perecer con los impulsos lisiados.
Saborear el estruendo del viento.
El resto… la vastedad.
El mundo… la caverna alabada por una multitud de horangutanes.
¡Indulgencia!, ¡Indulgencia! para aquellos que asoman sus vísceras desafiantes.
¿Qué no ves más allá de la censura?,
¿De la razón?,
¿De la codicia de tus horas?.
Serpentea impaciente el nombramiento del todo,
más el todo se encuentra en el portal de lo perecedero.
Husmeante la insolecia,sesga los corazones.
Vampiro ruin, servil pomposo que inyecta desconsuelo en las pupilas de los críos.
¡Oh!, ¡ que resplandor tan tenebroso!, tenebroso es procurar embelecer los sentimientos puros de un infante ¡Ruines!, ¡ruines ciervos de la maldad!
¿Qué no ven que pronto aniquilamos el porvenir de nuestros pulsos?.
¿Moral?, ¿moralista?, suprimir esa palabra autorizada por los tiranos, ¡Sí!, tiranos de doble moral.
Insensibles burócratas.
Traficantes de codicia.
Palpar la luna con el borde de los labios, Pretensiones… sólo pretensiones.
¿ A caso las referencias sirven para la raíz de las entrañas ?
incomprendido el asunto se retiran los agravíos, sentémonos todos a la mesa y seamos partícipes de nuestras congojas, pretendamos no escuchar los monólogos del silencio.
En fin que más dá, lo irrisorio es finitud, el miedo… el movimiento perpetuo de nuestros nervios.
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